Leon Hunter

¿Es cierto que cada vez escribimos peor?

¿Es cierto que cada vez escribimos peor?

Chico escribiendo con móvil y bolígrafo. close up of young student with smartphone writing to notebook.

Constantemente escuchamos que cada vez hablamos y escribimos peor. Quienes afirman tal cosa se escudan en cuestiones relacionadas con la ortografía o la riqueza léxica. Afortunadamente, hoy en día es posible consultar cómo se escribe una palabra a golpe de clic, pues existen en formato digital obras ortográficas, gramaticales y diccionarios disponibles para todo el mundo. Sin embargo, hubo un tiempo en el que esto no era así, puesto que no solamente no había acceso a ediciones digitales o impresas, sino que ni tan siquiera existían obras de este tipo —y, si existían, no eran accesibles a toda la población—. Por tanto, teniendo esto en cuenta, ¿podemos decir que antes se hablaba mejor que ahora?

Como ya dijimos en este artículo, hasta el año 1492 —con la publicación de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija— no se comenzó a crear una norma ortográfica que regulara cómo debía escribirse correctamente. No obstante, las propuestas de los diferentes tratados ortográficos no tuvieron una gran repercusión, como reflejan los textos impresos de la época. Durante muchos siglos, por tanto, convivían en el castellano multitud de criterios ortográficos y, por tanto, una misma palabra podía aparecer escrita de maneras muy distintas, según el autor. Los tres criterios que se seguían eran principalmente tres: el etimológico, el de la pronunciación y el del uso consolidado. Actualmente, por ejemplo, sabemos cuáles son las reglas de ciertas letras que comparten sonidos, como la g y la j, la b y la v o la c y la z. Veamos un ejemplo que puede ilustrar esta idea:

Año de 1769. Árbol genealógico conforme á las pruebas de Nobleza del Sor. Dn. JOSEPH TRAGGIA RONCAL URIBARRI Y DÍAZ COSSIO.- Cavallero del orden de Santiago, Regidor perpetuo de la ciudad de Zaragoza y theniente Coronel Comandante del esquadron de voluntarios a cavallo de Andalucía, uno de los que forman el Regimiento de voluntarios a Cavº de España».

Como puede verse, algunas palabras que aquí aparecen harían que a muchos les sangraran los ojos: cavallo, cavallero, esquadrón, theniente, la á con acento gráfico… pero tiene una explicación: es posible que quien escribiera tales palabras o bien no conociera las reglas ortográficas del momento, o bien las reglas de ortografía eran distintas a las actuales. Algo parecido ocurre con el adverbio solo en la actualidad. ¿Escribirlo con tilde se considera falta de ortografía? Con la última edición de la Ortografía en la mano sí, pero hay quienes se niegan a seguir las recomendaciones de tal obra en lo que respecta a esta cuestión.

Pero fijémonos en las palabras cavallero y cavallo. Hoy en día sabemos que ambas se escriben con b, y se considera que escribirlas con v es una falta de ortografía. Pero esto no siempre fue así, pues durante siglos convivían caballo y cavallo —finalmente se impuso el criterio etimológico, es decir, siguiendo la forma latina originaria caballus, que significa ‘caballo de carga’—. En otras lenguas romances, como el italiano, el francés o el portugués, aún se conserva esa v antietimológica, como atestiguan los términos cavallo, cheval y cavalo.

De igual forma, la escritura de la preposición a con acento gráfico (á) se mantuvo hasta principios del siglo XX. En la palabra theniente, escrita con el dígrafo th, ocurre algo similar: hasta 1815 —año en que se eliminaron los dígrafos th y ph en favor de t y f, respectivamente—  era frecuente encontrar vacilaciones entre la t y la th en ciertas palabras, como en orthographía: «La primera los griegos llamaron orthographia: que nos otros podemos nombrar en lengua romana sciencia de bien & derecha mente escrivir» (Antonio de Nebrija, Gramática castellana, 1492, CORDE); «De la orthographía en la lengua castellana y la horden y reglas que han de guardar en ella». (Antonio de Torquemada, Manual de escribientes, 1552, CORDE).

¿Hablamos y escribimos peor ahora que antes?

El ejemplo anterior nos sirve para entender en qué consiste escribir mal o bien: en adaptarse a las normas ortográficas vigentes en cada momento. El objetivo de cualquier regla ortográfica es siempre el de facilitar a sus hablantes un sistema lo más comprensible y unificado posible. También debemos tener en cuenta que ahora escribimos mucho más que antes gracias a las nuevas tecnologías. Cabe decir también que, gracias a los correctores automáticos, escribimos mejor de forma casi inconsciente. Y, si nos equivocáramos más —es difícil cuantificarlo—, sería porque también escribimos mucho más que antes.

Tampoco podemos establecer comparaciones ortográficas con base en la ortografía porque aunque desde hace siglos existen tratados y manuales de ortografía, estos no siempre tenían una gran acogida y difusión, sobre todo entre las personas que carecían de cierto nivel de estudios. Y, aquellas personas instruidas, no siempre podían acceder a estas obras. O al menos no con la facilidad de ahora.

Sí se podría decir, no obstante, que cometemos demasiadas faltas para los medios que tenemos. Que en el siglo XVI se escribiera govierno o gobierno, o majestad y magestad era entendible, pues quien escribía seguía el criterio del uso —cómo hubiera leído en otros textos, si es que lo había hecho, esa palabra— y el de la pronunciación, es decir, cómo la había escuchado. Sin embargo, ahora tenemos al alcance de nuestra mano, tanto en papel como en digital, el acceso a infinidad de obras sobre ortografía, gramática y lingüísticas en general que nos permiten conocer al detalle casi cualquier cuestión de nuestra lengua. Además, en la actualidad la tasa de población escolarizada alcanza el 96,4 %, mientras que en otras épocas no siempre fue así. O dicho de otra forma: si hoy en día escribimos mal, es básicamente porque queremos.

Desde luego, no hay forma de comparar si en una época se ha escrito mejor que en otra u otras. Sí puede saberse, sin embargo, el apego a la norma ortográfica por parte de sus hablantes. Sin duda, hoy en día se respetan más las reglas ortográficas del español que antaño, más que nada porque tenemos una mayor instrucción. Tampoco podemos conocer a ciencia cierta si actualmente utilizamos un mayor o menor número de palabras que en otros siglos, sobre todo porque no hay forma de conocerlo. Lo cual nos conduce a pensar que, en suma, hablar en términos de mejor o peor no siempre es acertado en el terreno de la lengua.