Leon Hunter

Palabras pluriformes

Palabras pluriformes

Palabras pluriformes

A veces la ortografía es caprichosa; en nuestra lengua hay un buen número de palabras que pueden tener varias grafías y siendo todas ellas correctas. Este hecho no tiene una única explicación, sino que, como veremos hay una justificación en cada caso para tal fenómeno. Aunque, como ocurre siempre, hay algunas formas preferidas —y, por tanto, otras menos recomendables—.

¿Bustrófedon, bustrofedón o bustrofedon?

El primer ejemplo de estas palabras polimorfas lo encontramos en la palabra bustrofedon. Su etimología nos remite a la voz griega βουστροφηδόν (boustrophēdón), cuyo significado es, literalmente, ‘a la manera en que dan la vuelta los bueyes’, en referencia al movimiento del arado de los campos (para hacernos una idea gráfica, como una s invertida).

Las inscripciones bustrofédicas son propias de la Grecia Antigua; de hecho, el primer legado escrito que se conserva —la copa de Néstor del año 720 a. C., en la isla de Ischia— es una inscripción bustrofédica. 

La voz bustrofedon se puede escribir de tres formas distintas y se puede pronunciar como si fuera aguda, llana, o esdrújula. Así pues, la podemos escribir bustrófedon, bustrofedon o bustrofedón. En griego, la pronunciación era [bustrofedón]; en latín, [bustrofédon]; y, en la actualidad, la forma preferida es la pronunciación como esdrújula, tal y como señala el Diccionario panhispánico de dudas.

Una sola pronunciación y cuatro formas de representarla

En este grupo de palabras con varias pronunciaciones también encontramos el término askenazi, con el que se alude a las personas judías de Europa central y oriental. Esta voz, además, presenta cuatro grafías diferentes: asquenazi, asquenazí, askenazi, askenazí.

Todas ellas son válidas, y atienden principalmente a dos pronunciaciones: una aguda —que, según el DPD, es la etimológica— y una llana. En cuanto a la forma de escritura, son más frecuentes las formas con k, por ser más consecuentes con la transcripción del hebreo. No obstante, las formas con -qu- son igualmente válidas y están recogidas en el DLE.

Algo similar ocurre con la palabra cénit, con la que hacemos referencia a la ‘intersección de la vertical de un lugar con la esfera celeste, por encima de la cabeza del observador’ y, por extensión metafórica, al punto culminante o más alto en un momento dado.

Respecto a la forma de pronunciarla, puede ser tanto aguda (cenit) como llana (cénit), tal y como ocurre con otros casos como élite y elite, fútbol y futbol, íbero e ibero o polígloto y poligloto. Además, también es posible que nos encontremos esta palabra escrita con z, ya sea con pronunciación llana (zénit) o aguda (zenit), aunque en el DLE estas últimas aparecen con marca de poco usadas.

¿Cómo se pronuncia ese plato?

Y cómo no, en este grupo de palabras debemos incluir el ejemplo más ilustre, aquel con el que se alude a uno de los platos más típicos de la comida peruana: el cebiche o ceviche. Esta palabra, a diferencia de las anteriores, no tiene distinción entre pronunciaciones agudas o llanas, pues siempre se pronuncia como palabra llana.

Ahora bien, debido a que el plato es típico de una zona seseante de Hispanoamérica, también existen las formas seviche y sebiche. En algunos países como Cuba, Honduras o México, conviven las formas con c y con s —para un hablante seseante ambas se pronuncian igual— y con b y con v —que todos los hispanohablantes pronunciamos de igual manera, pues nunca ha habido en castellano distinción fonética entre ambas—.

Para la Academia, todas ellas son voces correctas, aunque especifican que la menos usada es la forma sebiche. Desde luego, si hay una palabra fácil de escribir en nuestra lengua es esta, pues siempre podemos decir —dondequiera que estemos— que se escribe como suena.

Palabras con dos grafías diferentes

Además de las ya mencionadas, en nuestra lengua hay una cantidad considerable de voces que admiten doble grafía. Esto se debe, principalmente, a que la forma en que de escribimos las palabras siempre está ligada a la forma en que las pronunciamos; a su vez, la pronunciación depende del lugar en que nos encontremos o de cuestiones sociales —es decir, dependiendo del nivel social, ya sea culto, estándar o vulgar—.

Por ejemplo, en muchos países de Hispanoamérica la palabra futbol es aguda, puesto que se pronuncia [futból]. Sin embargo, en España la forma empleada es fútbol, con pronunciación llana —más similar a la voz inglesa—. En cualquier caso, ambas son consideradas correctas y como tal están incluidas en el diccionario académico.

Algo parecido ocurre con el término élite; la pronunciación original, en francés, es [elít]. Sin embargo, la pronunciación de esta voz, en lugar de ser aguda —como en francés —, es esdrújula por influencia del acento que se encuentra en la voz francesa. La forma esdrújula, según la RAE, es la preferida entre los hablantes cultos, aunque hoy conviven en nuestra lengua las dos formas: elite y élite.

Estos dos ejemplos no son los únicos con doble acentuación y grafía. Las voces acabadas en –iaco, como dionisiaco, afrodisiaco, amoniaco, austriaco, maniaco o hipocondriaco pueden pronunciarse —y escribirse— con hiato, esto es, dionisíaco, afrodisíaco, amoníaco, austríaco, maníaco o hipocondríaco, respectivamente. También ocurre lo mismo con otros pares de palabras como bumerán/búmeran, cóctel/coctel, ícono/icono o íbero/ibero, pues admiten dos escrituras basadas en dos prosodias distintas.

Todos los ejemplos aquí mencionados dan cuenta, por tanto, de dos cosas: por un lado, que la ortografía está estrechamente ligada a la fonética; por otro lado, que la ortografía, en muchas ocasiones, puede resultar muy curiosa.