Leon Hunter

Reglas ortográficas: la «b» y la «v»

Reglas ortográficas: la b y la v.

Reglas ortográficas: la b y la v.

La semana pasada inauguramos la sección dedicada a las reglas ortográficas de nuestra lengua. En este artículo vamos a hablar sobre cómo diferenciar dos letras que, aunque gráficamente son muy diferentes, de vez en cuando nos generan algún que otro problema, sobre todo porque ambas representan el mismo sonido. Hablamos, en efecto, de la b y la v.

En muchos textos de los siglos XV, XVI y XVIII es común encontrar palabras como cavallo, cantava o estáva, un hecho normal debido a que no había una norma ortográfica a la que atenerse a la hora de escribir. A partir del siglo XVIII, con la publicación del Diccionario de Autoridades (1726-1739) y la Ortografía de la lengua castellana (1754), comienzan a establecerse unos criterios para saber si hay que escribir el sonido /b/ (oclusivo bilabial sonoro) con una b o una v. En cualquier caso, lo que queda claro es que no hay distinción en la pronunciación de estas dos letras. Por tanto, el sonido de la b y la v es el mismo, de modo que pronunciar esta última como una fricativa bilabial sonora —representada en el Alfabeto Fonético Internacional con una β— es incorrecto.

En la Ortografía de 1754 se estableció un criterio para saber cuándo hay que utilizar una u otra letra. Este criterio consistía, principalmente, en atender al origen de esa palabra. Esto permite que haya palabras que solo se diferencien gráficamente y no fonéticamente (es decir, lo que se conoce como homófonos). Es lo que ocurre con los pares de palabras acerbo (‘áspero al gusto’, del latín acerbus) y acervo (‘conjunto de bienes pertenecientes a una colectividad’, del latín acervus), o vaca (‘hembra del toro’, del latín vacca) y baca (‘portaequipajes’, del francés bâche).

El criterio etimológico es importante porque, además, hay muchos términos que escribimos con -b porque en latín tenían una –p– intervocálica que sonorizó y dio origen a una b. Algunos ejemplos son las palabras lobo (de lupus), cebolla (de cepulla) o cabo (de caput). También las palabras que habitualmente escribimos con –bv deben su grafía a la forma original. Por ejemplo, obviar viene de obviare, subvención de subventio y subversión de subversio.

En los casos en los que hubiera dudas, prevalecería el uso de la b frente a la v. Por este motivo, escribimos abogado (de advocatum) o buitre (de vulturem). En nuestra lengua, además, encontramos otras formas antietimológicas, como ocurre en maravilla (del latín marabilia), móvil (del latín mobilis), avellana (del lat. abellana), boda (del lat. vota) o basura (del lat. versura). Esto se debe a que esas formas fueron las más usadas, de modo que se asentaron en la lengua y prevalecieron frente al criterio etimológico. Sobre estas formas antietimológicas hablamos en este artículo.

Ahora bien, para entender por qué se produce la confusión, debemos tener en cuenta que, para el mismo sonido /b/, en español contamos con tres letras: b, v y w. Por ejemplo, escribimos vaso —pronunciado [báso]— con v,  bolero —pronunciado [boléro]— con b, y wagneriano, pronunciado [bagneriáno], con w.

¿Cómo sabemos si lleva b o v?

Si una persona nunca hubiera leído nada en español y quisiera poner por escrito lo que oye o dice, realmente sería muy difícil explicarle por qué unas palabras llevan b o v. Ahora bien, sí que podríamos darle una serie de pautas como las siguientes:

Por lo general, cuando el sonido /b/ precede a una consonante, se escribe con b. Esto se ve, por ejemplo, en palabras como abnegar, obtuso o amable. Apenas hay casos en los que se escriba una v delante de otra consonante.

Cuando el sonido /b/ va al final de palabra, se escribe con b, como ocurre en club (y sus derivados, como videoclub o aeroclub), hiyab o esnob. Las excepciones las encontramos en palabras procedentes de lenguas eslavas, como molotov, lev y algunos topónimos (por ejemplo, Kiev).

También se escriben con -b las palabras que comienzan con ha– (habano, haber, habilidad), he– (hebreo, hebilla, hebra), hi– (hibernar, híbrido, hibuero), ho– (hobo, hobachón).

De igual manera, se escriben con b todas las formas verbales del pretérito imperfecto de la primera conjugación: cantaba, jugábamos, amabais, etc. Lo mismo para las formas del verbo ir: iba, íbamos, o ibais, por poner algunos ejemplos.

¿Cuándo sabemos que va una v?

El sonido /b/ se representa con la grafía v en bastantes casos, algunos de los cuales son los siguientes:

Después de la secuencia ol-, como en olvidar, disolver, polvo o volver; también cuando se escribe después de d o b, como en las anteriormente mencionadas obvio o subversión, o en otras palabras como adverbio o advertir.

Cuando va después de las siguientes sílabas iniciales: lla– (llave, llanta), lle– (llevar, lleno), llo– (llover, llorar), llu- (lluvia, llucho). Además, deben escribirse v cuando la sílaba empieza por di-, como en divagar, dividir o divisar. Algunas excepciones serían dibujo y sus derivados, además de la palabra dibranquial.

La mayoría de palabras que empiezan por eva– (evasión, evacuar), eve– (evento, evertir), evi– (evidencia, evitar), y evo– (evolución, evocar). De igual modo, se escriben con v los adjetivos terminados en -avo/a (esclavo, yugoslavo), –ave (suave, grave), –evo/a (malevo, nueva), –eve (leve, breve)  e –ivo/a (esquivo, activa).

Antes hemos mencionado que las formas del pretérito imperfecto de la primera conjugación se escribían con b; pues bien, el resto de formas verbales que carecen de la letra b en el infinitivo, cuando presentan el sonido /b/, se escriben con v, como se puede observar en tuviéramos, vaya, voy o anduvimos. Esto no es aplicable a verbos como haber, abrircaber, por ejemplo.

En definitiva, estas tan solo son algunas orientaciones para saber cuándo ha de escribirse una palabra con b o con v si la pronunciamos con /b/. Como se ha podido ver, es una cuestión compleja y difícil de regular, aunque parece que esto nos viene de lejos. Por eso el dicho latín decía así: «Beati hispani quibus bibere vivere est» («dichosos los hispanos, para quienes beber es vivir»). El dicho no solo hacía referencia a la actitud jocosa de los hispanos, sino también a que eran incapaces de diferenciar la pronunciación de la b y la v, dando lugar a la confusión entre verbos como vivere (vivir) y bibere (beber).