Leon Hunter

10 maneras de perder dinero con una traducción jurada

Hombre de negocios arruinado. Para ilustrar "las 10 maneras de perder dinero con una jurada"

No todas las traducciones juradas son rentables y algunas te pueden dejar en la ruina

El título de la entrada sorprenderá. Ah, ¿pero no estaban los jurados forrados cobrando 100 euros por una hoja? ¡Que no, hija, no! Que eso era en el año de la Maricastaña y será alguna batallita que te contó tu profesor de traducción (porque les interesa que se siga matriculando gente, que hay crisis, ya sabes…).

En una coyuntura como la actual es muy fácil perder dinero con una jurada. Tanto para el propio jurado como para la empresa que le subcontrata. Las causas las encontramos con unos márgenes empresariales exiguos.

El problema es que ante cualquier circunstancia que surja tanto el jurado como la empresa se quedan literalmente con «el pompis al aire» (lo del pompis es una palabra muy cursi que yo no uso nunca, pero como ahora resulta que Google penaliza por usar palabrotas, pues vamos a adaptarnos, ¡recórcholis!).

Las 10 maneras de perder dinero con una traducción jurada:

1. Precios tan mínimos que no cubren los gastos

Los argumentos de los clientes ya los conocemos: «Son tres líneas», «es una hoja»… Lo que ocurre es que muy poca gente es consciente del enorme gasto que supone tener una empresa en España. Primero porque en los debates televisivos se miente mucho y muy poca gente sabe el nivel de impuestos real para la PYME y el autónomo.

Puede ser que de repente, te tires el rollo y decidas pasar de precios mínimos o poner un precio muy económico. Todos lo hemos hecho muchas veces.

¿Cuándo te puedes arrepentir? Pues te puedes arrepentir porque haya un problema inesperado con el que no contabas que te hace perder dinero.

Problemas con la mensajería:

    • Clientes que dan una dirección y luego la cambian (y te cobran dos envíos o la nueva ruta);

    • Que haya un error (real o percibido) y haya que enviar nuevamente la traducción (y te cobran dos envíos y te fundes el dinero de la jurada entre los dos envíos);

    • Que digan que están en Madrid (por ejemplo) y luego resulte que el envío es interprovincial (a Guadalajara, Toledo, Segovia…). Pasa a menudo.

    • Que vayas muy pillado con la jurada y no haya mensajería que quiera llevarlo y tengas que ir en taxi a llevarlo al cliente (como poco te soplan 15 o 20 euros…).

Problemas con los materiales de oficina:

Pues son un sinfín de problemas. Que se acaba el tóner o el cartucho de tinta (siempre en el momento más inoportuno) y haya que comprar uno de urgencia (más caro). Que estés imprimiendo una jurada de 300 hojas en papel timbrado (numerado correlativamente) y de repente la impresora se traga la hoja 299 (no la 1, ni la 50, ni siquiera la 100, sino la 298 o la 299 de 300). También puede pasar (y suele pasar) que aunque el cartucho tenga la mitad de tinta de repente te salte un aviso de que está a punto de acabarse y que tienes que comprar una nueva y, entonces, empieza a imprimir todo con unas líneas borrosas (aunque ya lleves 100 hojas impresas perfectas). Pues nada, vuelta a empezar…

2. Copias a precios muy bajos

Pues ídem de ídem. Lo malo también puede ser que no sepas exactamente cuándo la van a pedir y que te venga en el peor momento posible. Entonces puede ser un problema de coste de oportunidad (por perder otro encargo más interesante). O estar fuera de la ciudad y tener que pagar a otro jurado para que te expida la copia (que no lo va a hacer gratis…). Entonces, realmente es meterse en camisa de once varas el no aplicar una serie de mínimos para estos servicios.

3. Impagos y pagos tardíos

Sigue siendo el azote del sector y de la nación. Ciertamente es como un cáncer que nos corroe.

En el caso de los pagos tardíos nuestra preocupación será hacer frente a los gastos y que, seguramente, el banco o entidad financiera nos esté achuchando y no nos dé un buen tipo de interés por descubiertos o dinero sacado con tarjetas o préstamos. También los gastos de recuperación de las deudas (si los hay).

En cuanto a los impagos: es un drama, y también recuperar los impuestos abonados de más (el IVA que hemos ingresado de nuestra factura). Porque hay unos plazos muy justos o para ir al notario a mandar una notificación o para poner un monitorio y lo más seguro es que entre que el cliente se retrasa, da excusas y demás, no lleguemos al plazo para reclamarle a Hacienda la devolución (que en el momento de escribir este artículo y según mi leal saber y entender son 6 meses).

Por último, como las juradas (la mayoría) son de importes bajos, puede que ni merezca la pena. Porque si vamos por notario, son documentos de cuantía y nos cobran según el valor de la factura. Y si vamos por monitorio, puede que no le interese a un abogado llevarnos la gestión por ser de poco importe. Es posible hacerlo uno mismo pero el problema es que durante el monitorio (si hay problemas) puede ir a juicio ordinario, y estar en un juicio ordinario representándonos a nosotros mismos no es muy agradable y las de perder las llevamos todas…

4. Recuentos

Para empezar, los recuentos son una pérdida de tiempo y de dinero cuando las piden y no confirman. Puede llevar horas y si no confirman ni compran nada, estamos haciendo el tonto.

Aquí hay dos casos:

    • Recuento equivocado del proveedor: puede pasar, por ejemplo, porque metan mucha prisa para dar el presupuesto al cliente y estés en ese momento con otro plazo de otro cliente. Entonces, es fácil que digas un recuento «por encima» para quitártelos del cuello y luego resulte que has cometido un error…

    • Recuentos de mala fe: Pues es un problema de algunas agencias que dan recuentos por lo bajo a sabiendas de que son erróneos. A veces son también clientes directos los que hacen esto.

5. Malos proveedores

Pues sí, aunque en este blog defendamos a los traductores, también hay traductores malos y malos proveedores. Y son casos como, por ejemplo:

    • Gente que da un precio y luego tras la entrega decide cobrar otro. Ya hemos mencionado el caso de la persona que se puede equivocar. Pero hay también casos de mala fe. Lo que puede ocurrir es que haya poca diferencia entre lo que cobra el traductor y lo que paga el cliente y que, al variar el recuento del traductor, se coma el beneficio o – incluso – lleve a pérdidas.

    • Todo lo malo que pueda pasar (y pasa): entregas fuera de plazo, falta de conocimiento manifiesto del tema de la traducción, errores manifiestos, etc.

6. Timos y timadores

De todo hay… Tantos timos podría describir pero mejor me callo para no dar ideas 🙂

7. «Cambiazos»

De documentos, de plazo, etc.
Aquí sí damos ejemplos de potenciales timos:

  • Encargos que no eran urgentes y se vuelven urgentes a menudo. Puede ser que pidan presupuesto para una traducción en plazo normal. De repente, alegan que el cliente necesita la traducción urgente. No se ofrece pagar urgencia. Entonces la traducción se factura a plazo normal pero se entrega a plazo urgente. Y aquí podemos tener una sospecha o duda razonable (sobre todo si pasa a menudo y siempre con los mismos) de que en el fondo siempre era urgente y la cobraban a su cliente a precio de urgencia pero que hábilmente han conseguido «duros a peseta»… Son casos donde no sabes, pero lo mejor es poner algún tipo de freno a esas situaciones (o bien advirtiéndoles de la tarifa de urgencia o bien dejando de trabajar). Aparte, porque también te vuelven majara de psiquiátrico y te descolocan todos los horarios y los otros encargos con ese tipo de «gracias».

  • Cambiazos de documento. Es otra fuente de disgustos. Sobre todo si piensas que el cliente o agencia sabía que iban a cambiar el documento (incluso que había presupuestado los cambios), te envían el primer documento y luego te engañan. Te llega el nuevo modificado (con o sin control de cambios) sin previo aviso. A veces también hay variaciones importantes de número de palabras que ellos van a facturar y tú no vas a facturar porque se van a hacer los locos… El caso es que dudes si ha sido fortuito el caso o no y si te parece que hay engaño, pues también es aconsejable tomar medidas y «sanear» esa parte de tu clientela.

8. LOS IMPUESTOS

Además del caso ya citado del pago de los impuestos (ingreso del IVA) de gente que no paga (y tú les pagas el IVA) hay otros casos a tener en cuenta.

Por ejemplo, gente que se convence (no sé cómo, pero convencerse se convencen) de que no necesitan estar dados de alta. De que pueden facturar hasta X cantidades sin el alta porque lo han leído en no sé dónde y lo juran y lo perjuran. Entonces pueden encontrarse con que la agencia o empresa les pida o el recibo de la Seguridad Social o bien un certificado de contratistas y subcontratistas (para cubrirse las espaldas ante una responsabilidad subsidiaria), que no tengan y les retengan los pagos. No me parece justo la retención de los pagos por ese motivo, ojo, y discrepo con la práctica. Pero me consta que ha pasado en algún caso y no sé cómo finalizó la cosa. Si pagaron o no pagaron. El caso es que hay que asesorarse bien con gestores profesionales antes de lanzarse a hacer encargos sin estar dado de alta, porque es una situación, cuanto menos, irregular. Y, sí, puede que no te paguen o que te retengan pagos por no tener la documentación en regla.

Preocupante es que en esta nueva coyuntura y con el empobrecimiento de los traductores, cada vez haya más gente en situaciones irregulares. Pocos pueden hacer frente a los crecientes costes de estar dados de alta. Por ello, podría producirse una situación también extraña y es que hubiera pocos proveedores de traducción jurada (que estén en condiciones de facturar y hacer traducciones comerciales) de nuevo.

Otra nota, más política, es una preocupación que sentimos muchos por las denominadas «sociedades profesionales». Y parece que muchas medidas van encaminadas a machacarlas o a penalizarlas, como si fueran chivos expiatorios de algún tipo…

Vamos a ver, salvo casos muy concretos de algún abuso (los casos conocidos en la prensa de gente que facturaban cosas y — supuestamente y según nos dicen en esa prensa — montaban una sociedad profesional para pagar menos al fisco), la mayoría de las sociedades profesionales son solo eso: sociedades de gente profesional que trabaja. Y gente que soporta una gran carga fiscal y está prestando un servicio a la sociedad. Sociedades profesionales son empresas de traductores jurados (que es una función que nos ha delegado un Ministerio y un servicio público) y otros muchos servicios: abogados, dentistas, contables, etc.

Y no somos delincuentes, por lo general.

Es también — en mi opinión — un efecto de la tan nombrada globalización que parece que estamos ante un abismo de que las empresas pequeñas y medianas están en peligro de extinción. Porque todo se va a extremos. O multinacionales o autónomos que viven al borde de la miseria y nada entre medias. Es un panorama francamente desolador. Y uno se pregunta entonces quién va a pagar los impuestos. Si nos va a sostener los servicios sociales y las pensiones la multinacional que está en Luxemburgo y paga el 1% de impuesto de sociedades. O si los va a pagar el autónomo en la miseria que gana menos del SMI y que — según las últimas propuestas que se barajan — tampoco va a pagar casi nada. Es algo preocupante.

9. No shows, huidos y rebeldes

Pues de eso hay mucho también. Y mucha jurada que se queda en la mesa acumulando polvo porque han encontrado algo más barato o al final su novia les ha convencido de que no se vaya a Australia y se queden en Murcia… Ni idea de por qué al final deciden no venir. Pero el caso es que es un riesgo no cobrar por adelantado a ese tipo de gente con tendencia a desaparecer y a no recoger la jurada.

10. Pérdidas de tiempo y frustraciones varias

Es una categoría muy amplia. Abarca desde aquellos mensajeros que decían que venían a una hora y o no llegaron nunca o nos hicieron perder una mañana esperando a que vinieran. Las peticiones de presupuesto — muy insistentes a veces — quitando y poniendo y cambiando y para arriba y para abajo… Para que luego no haya encargo.

Etc., etc.