Leon Hunter

Álex Herrero: «Por supuesto que publicaría un libro de Belén Esteban»

Belén Esteban y Alex Herrero

Belén Esteban y su libro han suscitado multitud de críticas y polémica tanto en redes sociales como en diversos sectores. Hablamos con Álex Herrero (Madrid, 1995), vive las 24 horas del día entre palabras, aunque eso le cueste, a menudo, más disgustos que placeres. Este joven, que empezó la carrera de Derecho con 18 años, es hoy en día asesor lingüístico en la Fundéu, corrector, editor —en dos editoriales: Pie de Página y La Hojarasca— y muchas cosas más. En sus redes sociales (@AlexvonKarma en Twitter) se define a sí mismo como «domador de palabras». Por esto, hemos conversado con él para que nos cuente cómo es la vida de este polímata de las letras.

Defínete con cuatro adjetivos calificativos.

Pues la cosa está complicada porque no sé si soy una preposición, una interjección o un adjetivo. Si acaso, como mucho, llego a la categoría de nombre común, porque eso de nombre propio me queda grande. Pero si tengo que coger cuatro adjetivos, diría curioso, complicado, resolutivo y bizarro (entiéndase este último con el sentido que cada uno quiera).

Hiciste un año de Derecho en la Universidad Carlos III. ¿Cómo llega un estudiante de Derecho a ser corrector profesional?

No llegué a aprender a jugar al mus (risas). En mi caso, mi afición por el mundo de las letras es sumamente romántica. Viene de esto del amor, de escribir relatos y esas cosas. Empecé a escribir en un blog, a su vez empecé a escribir un par de obras, también publiqué unos relatos que fueron publicados en un diario digital… La cuestión es que, después de crear una comunidad de blogueros y de ver que no sabía qué hacer con mi vida tras dejar los estudios de Derecho, vi que la lengua podía ser una buena faceta, sobre todo en el ámbito de la literatura. Tras publicar mi primera novela, me di cuenta de que lo que más me gustaba era la de pulir el texto.

Actualmente gestionas una editorial y eres, además, asesor lingüístico en la Fundéu. ¿Cómo compaginas esta labor en torno a la lengua? ¿Cómo es tu día a día?

Como soy una persona bastante inquieta y activa, hago cosas muy distintas. Por las mañanas estoy en la Fundéu asesorando: ya sea resolviendo dudas o realizando recomendaciones lingüísticas sobre cuestiones de actualidad. Por las tardes depende del día. Si toca corregir porque viene cualquiera de mis clientes habituales, me dedico a ello; si toca formar correctores o traductores, también doy formación. Si toca editar, pues lo mismo: me dedico a asesorar, a redactar (obras por encargo, textos concretos, posicionamiento SEO…).

Como parte activa del mundo editorial, ¿qué opinión tienes acerca de este sector? ¿Qué futuro crees que le espera?

El sector editorial está ahora mismo en un cambio de paradigma. Lo vamos a ver incluso en la propia oferta formativa. Por ejemplo, hace diez años solo estaba el Máster en Edición de Santillana en España. El oficio de editor siempre se ha transmitido siempre con un aprendiz y un maestro. A editar se ha aprendido editando; y, a corregir, corrigiendo. Siempre ha habido un maestro que ha enseñado al discípulo. Ahora mismo estamos ante un cambio; antes solo existía la edición tradicional. Ahora han aparecido nuevas formas: coedición, autopublicación, autoedición o la edición digital en cualquiera de sus facetas. Antiguamente, el editor era el encargado de la selección del manuscrito y la coordinación de todas las partes. Ahora, en algunos casos, el autor ejerce de editor (véase la autoedición o la edición digital).

Hay un cambio y hay que adaptarse. El mercado tiene que adaptarse; vivimos en el momento de la historia con el menor grado de analfabetismo. ¡Esto es flipante! Ahora un señor de Guadalajara (México) lee a un señor de Guadalajara (España) gracias a la globalización y a Internet. Hay que aprender a adaptarse a los tipos de edición y a democratizar la cultura de la publicación. ¿Esto significa que todo lo que se publica es bueno? No. También la gente tiene que aprender que todo lo que está impreso no tiene por qué ser verdad o ser correcto; sin embargo, le atribuimos determinada seriedad a algo impreso porque antes estaba la figura del editor.

¿Es rentable el sector editorial?

Depende de cómo te lo montes; una editorial de autopublicación es sumamente rentable. El editor no tiene ningún tipo de gasto —más allá de unos costes fijos muy básicos—. Si publica libros y al autor le va mal, el editor ya ha cobrado. Si le va mal, el problema es del autor. Si al autor le va bien, al editor también le irá bien porque hay reimpresiones.

En el caso de los títulos «al uso», depende de cómo se echen los números. A veces es complicado que la gente entienda por qué un libro vale 20 euros. Ahí está el problema: no es una cuestión de lucrarse por lucrarse.

En las últimas semanas se ha difundido en las redes sociales, y también a través de varios artículos de prensa, el caso de las editoriales que no pagan. Concretamente me refiero a la editorial Malpaso. ¿Qué opinión tienes sobre este hecho?

Cualquier asunto que esté relacionado con que un profesional no cobre y no vea remunerado su trabajo es algo totalmente flagrante y reprochable. Estamos hablando de este caso, que es el que más ha trascendido, porque ASETRAD (Asociación Española de Traductores) y la UniCo (Unión de Correctores) y otras asociaciones lo hemos denunciado. Pero tampoco se está denunciando a todas las editoriales en activo —y hablo de grandes grupos editoriales— que pagan tarde y mal.

¿Por qué no salen esos casos? Porque, a las malas, cobras. Este caso ha sido llamativo porque la reacción por parte del responsable del comunicado no ha sido pedir disculpas, sino decir que 4 000 euros no son para tanto. En una economía pequeña, cualquier gasto es grande. Mi abuelo siempre decía «yo no entiendo cómo puede haber alguien que no se acuerde de que me debe dinero si yo siempre recuerdo si le debo dinero a alguien».

¿Qué consejos le darías a alguien que esté pensando en iniciarse como corrector profesional?

Me encantaría dar una respuesta universal pero yo no sé lo llena que tiene la nevera cada uno ni cuántas facturas tiene que pagar. Uno no tiene cuatro correcciones de estilo y tres asesorías de un día para otro. En muchos casos, los correctores tenemos que crearle la necesidad al cliente. Por eso a veces no nos autodenominamos «correctores de textos» sino «asesores».

Como dice Antonio Martín, socio fundador de Cálamo&Cran, «parece que a nadie le gusta que le corrijan pero a todos nos encanta que nos asesoren». Es una cuestión de imagen: hacemos lo mismo, pero cambiamos el nombre. Por eso, el futuro corrector tiene que hacerlo con cabeza; tiene que crearse una marca personal; tiene que ser capaz de generar la necesidad en determinados clientes. Aun así, tener clientes fijos no garantiza nunca seguridad.

¿Cuánto de marketing hay en el mundo editorial? ¿Hay autores que pueden publicar casi cualquier cosa por su nombre?

Hay editoriales donde los verdaderos jefes no son los directores de colección, sino los directores de marketing.  A mí me han preguntado si yo publicaría a Belén Esteban. Y yo siempre lo digo: «por supuesto que publicaría un libro de Belén Esteban». Porque, aunque el interés cultural de ese título sea para mí más reducido —porque no me interesa lo que tiene que contar—, con el dinero de las ventas de ese libro voy a poder editar un montón de títulos que para mí sí tienen un interés cultural.

Los grandes sellos editoriales de este país tienen sellos dedicados a la publicación y edición de personajes públicos, independientemente del interés cultural que tengan. En ocasiones, esos sellos son los que permiten que la editorial pueda seguir publicando otras obras que no tienen una rentabilidad tan rápida.

Cambiando completamente de tema, yo sé que tú siempre propones un espíritu crítico en torno a la lengua. Desde tu punto de vista, ¿crees que es necesaria una academia de la lengua?

Tenemos dos bandos: los grammar nazis y los grammar punkies. Yo estoy entre dos aguas. Yo sí considero que es necesaria, pero entendiendo cuáles son las labores de la Academia. El problema: ni muchos académicos saben cuáles son ni muchos periodistas saben cómo interpretar esas funciones. Mucha gente de a pie también tiene una noción totalmente desvirtuada. La RAE sirve como notario de la lengua y permite que exista una regulación para que nos podamos entender.

En lengua, es un error buscar el error. El espíritu crítico es ver por qué una cosa se hace de una forma y no de otra, por qué hay palabras que cambian de significado… Hay que explicar cómo funciona la lengua para que podamos entendernos.

¿Falta pedagogía en la Real Academia Española?

Muchísima. Si la gente comprendiera por qué solo no lleva tilde o por qué una palabra no está en el Diccionario, y entendiera cuál es el papel de la Academia, te aseguro que habría muchos más adeptos de la RAE. Pero los hispanohablantes tenemos una tendencia a ser masoquistas: nos gusta que nos manden. Somos muy sumisos. Le exigimos a la Academia que mande y que nos diga que algo está mal. Si la RAE se esforzara un poco más por visibilizar el auténtico trabajo que lleva a cabo, probablemente se acabarían muchas disputas en torno a su labor.

Para finalizar, te voy a hacer la pregunta difícil. Como usuario de la lengua, siempre dudo entre acudir a la RAE o a la Fundéu cuando quiero realizar una consulta lingüística. ¿Es la Fundéu más «progresista lingüísticamente» que la RAE?

Digamos que somos dos hermanas distintas; está la hermana mayor, que tiene 300 años, que es la RAE. Y está la hermana pequeña (la Fundéu), que nace en 2005. Esta última le sirve a la hermana mayor para explicarle algunos asuntos más actuales, por así decirlo. La hermana mayor necesita fijar, asentar en el uso, comprobar que esas construcciones novedosas permanecen. Y la hermana pequeña tiene que resolver los problemas que les surgen tanto a los hablantes actuales como a los medios de comunicación. En ocasiones, si hay algún tipo de contradicción, no será porque una le lleve la contraria a la otra, sino porque la lengua se puede ver desde un lado o se puede ver desde otro.