Leon Hunter

Clients from Hell [Clientes del infierno] y… ¿hasta dónde llega el límite de nuestra paciencia?

clientes del

Malos clientes

Clientes y atención al cliente en traducción jurada

Seguramente muchos habréis oído la anécdota de un grupo de turistas X país (en nuestro caso, madrileños) que se van a X otro país (en nuestro caso Marruecos o Portugal) y entran en una tienda de X (toallas, alfombras, etc.) y se ponen a negociar y regatear… Hay unos del grupo que son de X país o región (en nuestro caso, siempre son catalanes) y les echan de la tienda por ofender al comerciante porque se pasan pidiendo descuentos.

Lo repito sin rodeos (y siento la anécdota racista, pero es la que cuentan en la región en la que nos encontramos, seguramente en otro país la contarán con otros protagonistas): «Un grupo de madrileños va a Marruecos y van al Zoco a comprar alfombras y baratijas. En el grupo hay unos catalanes que se pasan dos o tres horas en la tienda regateando y regateando hasta que hartan al comerciante que les echa de la tienda a escobazos

Esta semana me he preguntado si la anécdota se podría trasladar también al sector de la traducción jurada. Es decir… ¿Hasta dónde llega o debe llegar el límite de nuestra paciencia? ¿Dónde está el punto de corte? ¿Debemos dar siempre la otra mejilla para no dar mala imagen de nuestras empresas y/o del sector aunque nos parecezca insultante el trato que recibimos de algunos (pocos) clientes?

Y expongo dos casos concretos que están en el umbral de la puerta a punto de que las echen a patadas (virtualmente hablando porque no las conozco en persona a ninguna de las dos):

CASO 1. Señorita que desea traducir un expediente académico a inglés.

– Ha enviado más de diez correos a los que se le ha respondido educadamente.

– Ha pedido muchos datos sobre las traducciones juradas y todas sus preguntas han sido respondidas.

– Le hemos dado amplia información del proceso que necesita seguir para pedir un visado en Canadá con nuestras traducciones (información que, por cierto, no obtuvo en otro lugar).

Una vez compulsadas notarialmente los originales de las traducciones (siguiendo nuestra recomendación) pregunta si le vamos a cobrar la traducción de la compulsa y llama muy angustiada. Le decimos que no, que no le cobramos esto, aunque normalmente se cobra. Llama muy angustiada otra vez porque igual necesita presentar una copia en Irlanda y grita por teléfono diciendo «Y yo no voy a pagar otra traducción. NO VOY A PAGAR, NO VOY A PAGAR, NO VOY A PAGAR, NO VOY A PAGAR, NO, NO, NO, NO, NO, NO…» Y se lanza a una diatriba anti-traductoril y anti-notarial (aunque no tienen que ver churras con merinas) y no nos deja ni responder que una copia es gratuita porque está en promoción (aunque tampoco tiene por qué estarlo, pero nosotros somos así de buenos).

Pide presupuesto hasta tres veces distintas, cambiando los documentos. En todos los casos le decimos que le mantenemos el presupuesto, que no se preocupe. Muy ofendida, responde que el tercer presupuesto tiene menos documentos que el primero que había mandado. Sin embargo, le respondemos que el tercer presupuesto efectivamente tiene algún documento menos, pero que a la vez ha añadido páginas, y es notable el hecho también de que el peso de los archivos escaneados ha pasado de 10 megas a 16 megas (un 60% más). Dice que se debe a «las certificaciones notariales» y le señalamos que no, que efectivamente ha añadido páginas y que por tanto no nos correspondería mantenerle el presupuesto pero como ha llamado y escrito muchas veces y es muy pesada decidimos mantenérselo de todas formas. Estamos aún esperando a que pregunte en 20 sitios más (porque todos los mails los manda a 20 proveedores de servicios de traducción en copia) y responde sobre los mails enviados por otros traductores (que también se han hartado de ella y – suponemos – la mandan a tomar vientos)… En todo caso pensamos que inicialmente le hicimos la oferta a esta persona porque nos lloró mucho, pero que en vista la actitud negativa posterior, el ansia de pedir 3000 presupuestos y la opinión general negativa que nos ha transmitido sobre la traducción que va a pedir y su utilidad que no tendríamos que hacerlo (piensa – en nuestra opinión – que la traducción no sirve para nada, que es un trámite molesto y nosotros somos personas molestas que disfrutamos cobrándole una fortuna por «nada» y además que vamos a aprovechar cualquier oportunidad para meterle un clavo de más precio o de una copia extra cuando en nuestra página web y en nuestros emails decimos todo lo contrario). Además, le hicimos una oferta generosísima y le dimos todo tipo de información muy útil, que no hemos cobrado.

Llega un punto y un momento que uno se pregunta si el próximo mail  corresponde o no responderlo. Y llega un momento en el que pienso que ahora somos nosotros los del grito de: «NO, NO, NO, NO, NO y vd. se va de la tienda, señorita»… Finalmente no sé si será verdad que le meten el clavo en otro sitio, le timan o le cobran algo de más (y es algo que le podría pasar, en círculos esotéricos se conoce como la «ley de la atracción» y consiste en que si una persona repetidamente se imagina cosas negativas le acaban por pasar, porque las atrae… En psicología también se ha enunciado el principio como «proyección negativa«).

CASO 2. Otra señorita que también pide la traducción de un expediente. Tras muchísmos emails y consultas (lleva consultando y llamando desde diciembre del año pasado – cuatro meses) decide que no, que la traducción jurada es «solo un sello» y que la traducción jurada la va a hacer ella y nosotros se la vamos a firmar por nada porque ella es estudiante y es pobre y nosotros somos estafadores que además vivimos del aire. Le decimos que no (muy educadamente y explicando los motivos) y manda algún mail más y pide más presupuestos. Finalmente, tras agotar la paciencia de 20 o 30 traductores más, vuelve a la carga un mes más tarde y ahora pregunta que cómo es el sello que ella tanto desprecia (igual -pensando mal – incluso con la esperanza de que se lo mandemos de alguna forma para que lo pueda falsificar o copiar sin tener que pagar la traducción). Pide muchos ejemplos concretos del sello. Le damos mucha información, el enlace a nuestra página web y enlaces a la página de Asetrad (FAQ de traducción jurada) y al Real Decreto que regula el sello. Finalmente responde, pidiendo otro presupuesto con los mismos documentos que ya mandó la primera vez (pensando mal de nuevo: a ver si cuela y esta vez le cobramos menos por error o confusión, por intentarlo no pasa nada) y dice que no, que como el sello está en español que no le va a servir de nada y que necesita un sello en inglés (en Alemania)…

Lo que no sabe (y ya no le vamos a contar porque nos hemos cansado de ella) que el sello es irrelevante para el fin que se propone (o al menos no demasiado relevante) porque aparecen (como ya le dijimos) el nombre y datos de contacto del traductor y lo que importa en este caso es la certificación de la traducción, que sí viene en inglés y en español. Si leyera este blog y los datos de otros recursos interesantes que le hemos mandado, sabría ya que es obligatorio en las traducciones juradas de España poner la certificación en español y que el traductor puede añadir también una traducción literal de la certificación jurada al idioma de destino (en este caso, al inglés), que es la que añadimos nosotros en todas nuestras traducciones.

¿Se lo decimos? ¿O le  dejamos que la traduzca mejor en Alemania donde la media que cobran los traductores es entre un 50% y un 100% más que en España?

😉

No quería ser malo pero he ido de bueno tantas veces que me he hartado y he escrito este post para desahogarme.

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