Leon Hunter

De mayor quiero ser traductora

Los retos de ser emprendedora y traductora

El reto de emprender y ser traductora

De un trabajo fijo a emprender como traductora

No importa cuánto pienses, planees y organices: siempre habrá algo para lo que no estés preparado. He aquí un relato sobre la decisión de emprender como traductora.

¿Has montado alguna vez en una de esas atracciones en las que te suben a 50 metros y te dejan caer a más de 50 km/h?

Pues justo esa sensación de miedo, emoción y expectación es la que sentí yo en el momento en que decidí abandonar un puesto de trabajo estable, con un sueldo fijo, para lanzarme al abismo de lo desconocido, al emprendimiento, a convertirme en una traductora profesional.

Durante muchos años me planteé como única forma de vida el trabajo por cuenta ajena, y eso que procedo de una familia emprendedora. Y es que, hasta el día de hoy, siempre pensé que la seguridad de un ingreso permanente era el bien más preciado que se podía tener. Poniendo en una balanza las variables tiempo y dinero este último siempre la inclinaba. Porque el verbo triunfar lo asociamos, en la mayor parte de los casos, a los ingresos de nuestra cuenta bancaria. Las responsabilidades económicas que conlleva la independencia me llevaban a ese pensamiento, no había alternativa. Los esfuerzos extraordinarios y las jornadas interminables eran duros, pero compensaban por la seguridad laboral.

Entonces, ¿qué puede llevar a un profesional a tomar una decisión de esta importancia en la actualidad donde parece que tener es lo único que importa?

1. Ser madre lo ha cambiado todo, TODO.

Por un lado, la difícil conciliación de un trabajo por cuenta ajena exigente y uno por cuenta propia como la crianza de un hijo. Y por otro, la nueva situación me hizo pensar si cuando mi hijo me preguntara algún día «mamá, ¿tú en qué trabajas?» la respuesta sería la que yo querría oír. ¿Estaba donde quería estar y con quien quería estar? Quizás tú también te lo hayas preguntado alguna vez.

2. Atreverse a perseguir un sueño: ser traductora profesional

Tendemos a guardar sueños y deseos en un cajón y nos decimos a nosotros mismos que algún día lo abriremos. Pero, ¿existe ese «algún día» o se trata de un concepto platónico? En realidad, ese futuro ideal, es el hoy más actual.

Me he pasado los últimos quince años diciéndome a mí misma que no era el momento de retomar la traducción por esto o por aquello. Sin embargo, al mismo tiempo, miraba a mi alrededor con envidia a aquellas personas que habían conseguido hacerlo: vivir de los idiomas, de lo que estudié con auténtica vocación. Y fue entonces cuando pensé: lo tengo decidido, yo de mayor quiero ser traductora.

Porque estudiar Traducción e Interpretación y dedicarse bien a una u otra disciplina tiene un cierto componente vocacional. La traductora Eva María Martínez habla de ello en su blog «El arte de traducir».

Y aquí me encuentro. En el punto del «¡por fin!». Hay días que me levanto y todavía no me lo creo. Y es que las empresas nos imbuyen, nos encadenan y nos dejan poco espacio para reflexionar sobre lo que somos y lo que queremos. Parar para pensar, respirar y para replantearse la vida es sano y necesario. Aún más en el mundo de hoy, donde todo va muy rápido y parece que damos por hecho que todos queremos lo mismo: éxito y dinero. Pero… ¿y si no es así?

3. Tener las ideas claras

¿Y si hay quienes preferimos una vida más modesta desde el punto de vista económico, pero en la que somos nosotros los que llevamos las riendas de lo que hacemos y de a qué queremos dedicar el tiempo?

Hace unos días asistí, como ponente y antigua alumna, a una jornada de Traducción y Emprendimiento que organizaba la Universidad Europea de Madrid y que apadrinaba Gabriel Cabrera. El encuentro reunía tanto a profesores como a antiguos y nuevos alumnos. Los estudiantes estaban muy interesados por el después de la universidad. De hecho, una de las preguntas que nos hicieron fue «si se puede vivir de la traducción/ interpretación». No pude evitar insistir en la importancia de tomarse un tiempo valioso en pensar qué quieren y, a partir de ahí, hacer camino.

Somos muchos y hacemos muchas cosas, así que diferenciarse es crucial. Encontrar el valor que uno mismo puede aportar tanto a la sociedad en la que vive como a la organización o clientes para los que trabaja es fundamental en el entorno laboral de hoy.

Fueron dos horas de «cantos celestiales» para mis oídos. Y no solo por haber conocido a nuevos colegas de profesión y haberme reencontrado con la universidad y los docentes. ¡Todos hablábamos de traducción, interpretación, el futuro de la traducción!, sin duda alguna, mis «etiquetas» favoritas. Sentí que había tomado una decisión correcta, estaba en el sitio adecuado, donde siempre había querido estar, al fin. ¡¡Y solo me ha llevado tres lustros!!

4. La experiencia es un grado

Antes de emprender es muy recomendable tener experiencia en una o varias empresas. Porque los aprendizajes que se extraen de las organizaciones son muy valiosos, incluso me atrevería a decir que necesarios. Ayudan a madurar y a conocer el entorno empresarial, un campo de juego nada fácil. Pero también debo decir que hay vida más allá del trabajo por cuenta ajena, que hay más formas de trabajar. Y es que el futuro del mundo laboral pasa por la colaboración y el trabajo por proyecto. Esto significa que ¡la nuestra es una de las profesiones del futuro!

5. No tener prisa

Estoy en el inicio de la carrera de traductora. Queda toda la pista por delante. Seguro que habrá muchos corredores con más fondo que me pasarán y que llegarán antes o más lejos. Pero si algo he aprendido en estos años es que no quiero llegar antes, ni más lejos, sino correr en la pista que me gusta, que me entusiasma y de la mano de los corredores que quiero que me acompañen, aquellos con quienes construir relaciones saludables y que me ayuden a aportar mi granito de arena a este mundo tan complejo y apasionante.

Soy aficionada a las TED Talks. Hay un vídeo de Shawn Achor, experto en conectar felicidad y éxito, que me resulta inspirador en este momento y que recomiendo. ¿Y si en lugar de trabajar para ser más felices fuéramos más felices y, desde ahí, más productivos? Aquí os lo dejo: «The happy secret to better work».