Leon Hunter

El mito de Babel y la traducción

El mito de Babel y la traducción

El mito de Babel y la traducción

«Luego dijeron: “Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la Tierra»» (Génesis, 11:4). Muchas son las interpretaciones que se han hecho del mito de Babel; una de tantas nos permite entender que la diversidad de lenguas es consecuencia de un castigo divino por la soberbia de los humanos al pensar que podrían conseguir todo aquello que se propusieran. Incluso si se trataba de alcanzar el cielo. Así pues, a grandes rasgos, se puede afirmar que tal relato intenta explicar el origen de la multiplicidad de lenguas y de pueblos. 

¿Qué explica este mito?

El mito de la torre de Babel sitúa el origen de las lenguas en una sola, la lengua original, y nos muestra que la diversidad de lenguas es algo negativo para los humanos, puesto que no permite que puedan comunicarse entre ellos y, por tanto, esto dificulta sus labores conjuntas.

Según se cuenta en dicha parábola, el castigo divino sirvió no solo para apaciguar la ambición humana, sino también para limitar los poderes de los humanos: «Todos forman un solo pueblo y hablan un solo idioma; esto es solo el comienzo de sus obras, y todo lo que se propongan lo podrán lograr. Será mejor que bajemos a confundir su idioma, para que ya no se entiendan entre ellos mismos» (Génesis, 11:6). 

Con el relato mítico de la torre de Babel se intenta demostrar, por un lado, que los humanos necesitan entenderse y colaborar entre ellos —sin desafiar a Dios— para llevar a cabo sus proyectos. Con la muestra de su soberbia, y tras la condena a los humanos, comienza una nueva historia en la que los humanos han de dispersarse y formar nuevas naciones que, a su vez, entran en rivalidad. 

Por otro lado, podemos pensar en la importancia que le confiere dicho relato al lenguaje como vínculo social. Las lenguas, como vehículos de comunicación, permiten alcanzar colectivamente los propósitos comunes. Cuando no existe la lengua común, tal objetivo queda incompleto (como ocurre con el simbolismo de la torre de Babel). 

Explicación etimológica

También es interesante mencionar la procedencia del término Babel. En la actualidad se sostienen dos explicaciones diferentes: la primera de ellas remite a la Biblia, en la que Babel es el nombre con el que se hace referencia al imperio oriental de Babilonia. Asimismo, el tal nombre procede del asirio Bab-ilu, que significa «puerta de Dios». 

La segunda explicación entronca el nombre de Babel con el hebreo בָּבֶל (pronunciado [baw-bel]), que a su vez tendría relación con el verbo hebreo balal, que significa «confusión». Como podemos ver, existe una relación entre esta etimología y la explicación mítica, pues es en la torre de Babel donde se genera la confusión de las lenguas del mundo. De hecho, si acudimos al Diccionario de la lengua española, veremos que el sustantivo babel se define como «desorden y confusión». 

¿De dónde proviene el mito?

La referencia simbólica a la torre de Babel no solo es propia de la tradición judeocristiana. La referencia a la diversidad de las lenguas como castigo divino es herencia de otros relatos anteriores comunes a diferentes pueblos. Es decir, el relato de la torre de Babel tiene lugar, con diferentes modificaciones, en varias culturas. Por ejemplo, en el sur de África existe una leyenda similar en la que se narra que los hombres construyen una gran torre para llegar al cielo, que posteriormente fue destruida por Dios. 

Aunque la explicación pertenezca al terreno de lo mítico, lo cierto es que la torre de Babel parece tener su correspondencia con los zigurat escalonados de tradición mesopotámica que se construyeron entre el 4000 y el 3000 a. C. J. M. Blázquez (2001) relaciona la torre Babel con un zigurat concreto: el Etemenanki, cuya construcción suponía un peligro para los dioses debido a su altura:

La leyenda no procede de Babilonia […]. Probablemente la torre sea el Zigurat Etemenanki (fundamento del cielo y de la tierra), edificación que tenía una base de 100 metros de lado, una altura de 91 metros siete pisos, y en cuya parte superior se levanta un templo construido con ladrillos vidriados de color azulado (p. 257). 

Por consiguiente, aunque la parábola asociada a la torre de Babel tenga un claro componente mítico, también existen pruebas arqueológicas que permiten relacionarla con el zigurat Etemenanki, que actualmente es un monumento saqueado y en ruinas. Además de por los restos arqueológicos que, desde el siglo XIX, se han encontrado en la zona, también el relato bíblico sitúa la construcción de la torre en las tierras comprendidas entre los ríos Tigris y Éufrates, donde se ubica la región de Mesoportamia —actual Irak y parte limítrofe del este de Siria—. 

El mito y su importancia para la traducción

El relato de la torre de Babel ha de entenderse como uno de los mitos fundacionales de la traducción y la interpretación en tanto en cuanto es a partir de esta por la que los seres humanos pueden entenderse y actuar de manera conjunta, que es la forma en que, según el mito, las personas podemos alcanzar cualquier propósito. O dicho de otro modo: la función del traductor o del intérprete consiste en recomponer un «daño» o castigo divino que consiste en la existencia de miles de lenguas en lugar de una sola. 

Por este motivo, Babel se puede concebir como una explicación de este oficio, pues la persona encargada de trasladar a una lengua lo que se expresa en otra a siempre buscará evitar la confusión entre las personas y promover el entendimiento entre ellas. A este respecto, y a modo de conclusión, es preciso mencionar las palabras de George Steiner (1975): «Babel confirmó y ensanchó la tarea interminable del traductor —no la inició […]. La traducción existe porque los hombres hablan distintas lenguas» (pp. 68-69).

Referencias bibliográficas:

Blázquez, J. M. (2001). Dioses, mitos y rituales de los semitas occidentales en la Antigüedad. Madrid: Ediciones Cristiandad. 

Steiner, G. (1975). Después de Babel. Aspectos del lenguaje y la traducción. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.