Leon Hunter

Etimologías curiosas (parte II)

Etimologías curiosas (parte II)

Etimologías curiosas (parte II)

Hace apenas una semana hablábamos de algunas etimologías curiosas, como las de alcohol, blanco o melón. Pues bien, hemos creído conveniente sacar más orígenes curiosos, más palabras cotidianas cuyo origen es apasionante por todo lo que nos permite comprender tanto de nuestra lengua como de la lengua de origen. Estas son algunas:

Alopecia 

El origen de este término se encuentra en el griego clásico, concretamente en la palabra ἀλωπεκία, cuyo significado es ‘sarna en zorros’, a su vez relacionado con el término ἀλώπηξ, εκος ‘zorra’. Aparentemente puede no haber relación alguna entre el hecho de perder pelo y los zorros. Sin embargo, se toma este nombre porque los zorros pierden pelo con frecuencia. De ahí que ἀλωπεκία signifique, originariamente, ‘sarna en los zorros’, pues esta enfermedad produce calvas en dichos animales.

Asesino 

Procede del árabe ḥaššāšīn, que significa, según Corominas (1987, p. 67), ‘bebedor de ḥaššiš, bebida narcótica de hojas de cáñamo’. Este término, según el autor, se aplicaba a los pertenecientes a una secta musulmana del siglo XI. Bajo los efectos de tal narcótico se dedicaban a perpetrar homicidios por cuestiones políticas.

Calcular

La entrada en el Diccionario de la lengua española del término cálculo recoge tanto la acepciones de ‘cómputo, cuenta o investigación que se hace de algo por medio de operaciones matemáticas’ como la de ‘concreción anormal que se forma en la vejiga de la orina’. Aunque los significados sean dispares, el origen es el mismo: el sustantivo latino calcŭlus, cuyo significado es el de ‘piedrecita’ o  ‘china’. Este, a su vez, es el diminutivo de la palabra calx, calcis ‘guijarro’ o ‘cal’, que a su vez procede del griego  χάλιξ, -ικος, con idéntico significado. En la Antigua Roma, se enseñaba a los niños a hacer cálculo a partir de unas varillas en las que se insertaban piedrecitas. Según Joan Corominas y J. A. Pascual (1984, p. 759), el término se introdujo en la segunda mitad del siglo XVI, con el significado de ‘concreción que se forma en la vejiga’. También define el sustantivo cálculo como ‘piedra empleada para enseñar a los niños a contar’. 

Cementerio

Para los griegos, el cementerio no es más que una especie de dormitorio, según atestigua la etimología de esta palabra; formada a partir del lat. coemeterĭum —y esta de la voz griega κοιμητήριον ‘dormitorio’—, podemos inferir que se trata de un claro uso metafórico. Sin embargo, en griego clásico esta voz significaba tanto ‘dormitorio’ como ‘cementerio’, pues procedía del verbo κοιμάω —como se puede intuir, significa ‘dormir’—.

Judía

Según J. Corominas y J. A. Pascual (1984), el término judía, con el significado de ‘alubia’, está emparentado con el término judío, a, que a su vez deriva de la voz latina judaeus. La explicación dada es la siguiente: «No está clara la explicación semántica: quizá porque al cocerlas salen en seguida del agua (a diferencia de los garbanzos, que permanecen en el fondo), tal como el judío no se deja bautizar; o bien […] por su color general amarillo, tal como los judíos debían llevar distintivos semejantes en la Edad Media» (p. 533). Según estos autores, también es posible que proceda del término latino phaseolus, que se podría traducir por habichuela o frijol.

Latir 

Aparentemente poco tienen que ver los verbos latir y ladrar, pero su etimología nos dice lo contrario: el verbo latir procede del latín glattire ‘dar ladridos agudos’. La explicación que se puede ofrecer es puramente metafórica: así como los ladridos de un perro pueden ser entrecortados, del mismo modo puede golpear el corazón. De hecho, la primera acepción del Diccionario de la lengua española es la siguiente: ‘Dicho de un perro: Dar latidos’. La segunda, tampoco alude al corazón, pues ofrece su sinónimo: ‘ladrar’. Ya en la tercera acepción de este diccionario se define como ‘Dicho del corazón, de una arteria, de una vena o de un vaso capilar: Dar latidos’.

Madera

Hoy en día, madera y materia son dos palabras cuyo contenido semántico no se asemeja. Sin embargo, la primera procede de la segunda. Es decir, estamos ante un caso de doblete: la forma latina materia ha originado, por vía patrimonial, la palabra madera, mientras que por vía culta nos ha legado la forma materia.

Marrano

Esta voz procede del árabe muḥarram, y alude a aquello que poseía algún tipo de maldición, como el cerdo para los musulmanes. Por este motivo, la primera acepción de la palabra en el DLE alude a este animal. Sin embargo, en la quita acepción de este diccionario se alude a los judíos conversos que practicaban su religión en la intimidad. Se trata, por consiguiente, de un uso sarcástico aplicado tanto a judíos como musulmanes, quienes no comen carne de este animal.

Obispo

Pocos serían capaces de encontrar relación entre un obispo y la acción de examinar o inspeccionar algo. Pero lo cierto es que esta palabra, procedente del latín episcŏpus —y esta, a su vez, del griego ἐπίσκοπος— significa propiamente ‘supervisor’ o ‘protector’. Guarda relación, por tanto, con el verbo griego ἐπισκέπτομαι ‘inspeccionar’, formado a partir del prefijo ἐπι y el verbo σκέπτομαι ‘mirar’. Además, a partir del término latino aparecen el cultismo episcopal, que hace referencia a aquello que está relacionado con el obispo.

Planeta 

Esta es, sin duda, una de las más curiosas. En latín existe la forma planēta, que a su vez procede del griego πλανήτης, cuyo significado es ‘vagabundo’ o ‘errante’. El origen está en el verbo πλανάω, que significa ‘vagar’ o ‘andar errante’. El motivo de que reciba este nombre parece estar en que los planetas, a diferencia de las estrellas —que parecían fijas—, sí se movían. El término, según Corominas (1987, p. 462), se introduce en el año 1250.

Verano 

En latín, el veranum tempus significaba, en sentido estricto, ‘tiempo primaveral’. La palabra veranum está formada por la palabra ver, veris, que significa ‘primavera’. Esta misma raíz la encontramos en la propia forma primavera, pues esta está compuesta por los términos prima y vera ‘al principio de la primavera’. Como asegura Corominas (1987, p. 602), «hasta el Siglo de Oro se distinguió entre verano, que entonces designaba el fin de la primavera y principio del verano». Para hacer referencia al tiempo veraniego se utilizaba la forma aestivum tempus, de donde procede la palabra estío.

Referencias bibliográficas:

Corominas, J. y Pascual, J.A. (1984). Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos.

Corominas, J. (1987). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.

Real Academia Española. (2014). Cálculo. En Diccionario de la lengua española (23.ª ed). Recuperado de http://dle.rae.es/?id=6knnjoC

Real Academia Española. (2014). Latir. En Diccionario de la lengua española (23.ª ed). Recuperado de http://dle.rae.es/?id=Mz3Ejhy