Leon Hunter

Gentilicios difíciles: «holmiense», «mancuniano» y muchos más

Gentilicios difíciles: «holmiense», «mancuniano» y muchos más

Gentilicios difíciles: «holmiense», «mancuniano» y muchos más

Los gentilicios son aquellos adjetivos que se forman a partir de los topónimos o nombres propios de lugar. Hacen referencia, por tanto, a la persona que es natural o que procede de un lugar determinado. Pero no todo va a ser tan simple en este artículo; los gentilicios que interesan no son aquellos que se forman con determinados sufijos, sino los que utilizan bases supletivas con origen latino o griego, pues son las que suelen dar más problemas.

Por lo general, como se señala en la Nueva gramática de la lengua española (2009), hay una serie de sufijos que forman adjetivos gentilicios, a saber: –aco/ –aca (austriaco); –ano/ –ana (italiano); –ata (keniata); –eco/ –eca (guatemalteco); –ego/ –ega (manchego);  –eno/ –ena (chileno); –ense (bonaerense); –eño/ –eña (limeño); –eo/ –ea (europeo); –ero/-era (habanero); –és/ –esa (cordobés); –eta (lisboeta); –í (iraní); –ín/ –ina (mallorquín); –ino/ –ina (granadino); –ita (israelita); –o/ –a (ruso);  –ol/ –ola (español); –uno/-una (villavicenciuno). (§ 7.6d, p. 533).

El latín, en la base de muchos gentilicios

Esto parece simple; lo realmente complejo es contestar a preguntas como «¿Cuál es el gentilicio de Río de Janeiro? ¿Y de Burdeos? ¿Y de Estocolmo? ¿Y de Cambridge u Oxford?». Con los mecanismos de sufijación mencionados en el párrafo anterior, podríamos decir que la persona natural de Estocolmo es estocolmés, o que, por seguir con el ejemplo, que el procedente de Oxford es oxfordano u oxfordense. Pero nada más lejos de la realidad, pues todos ellos se forman a partir de raíces grecolatinas. En España hay buenos ejemplos: llamamos pacenses —de Pax Augusta— a los procedentes de Badajoz; bilbilitanos —de Bílbilis, ciudad romana— a los naturales de Calatayud; sexitanos —de Sexi, nombre dado por los fenicios y mantenido por los romanos— a los habitantes de Almuñécar (Granada) o astigitanos —de Astigi, nombre romano a los de Écija (Sevilla).

Respondamos a las preguntas formuladas anteriormente: a los habitantes de la ciudad de Río de Janeiro se los llama cariocas; mientras que, a los del estado homónimo, se los conoce como fluminenses —de ahí el nombre del conocido equipo de fútbol—. Algo semejante ocurre en Buenos Aires; a los procedentes de la ciudad  y capital del país se los llama porteños. El gentilicio bonaerense alude a aquellos que proceden de la provincia de Buenos Aires, cuya capital es La Plata. Se ha mencionado también a los habitantes de Burdeos. ¿Burdeosanos, burdeosenses, burdeoseños…? En este caso, también el latín ayuda: burdigalense sería el gentilicio, pues la ciudad en época romana se llamaba Burdigala. Gracias al latín también podemos resolver cuál es el gentilicio de los naturales de Estocolmo. En latín, la ciudad de Estocolmo recibió el nombre de Holmia; el gentilicio latino era holmiensis, del que procede el gentilicio en español.

En las islas británicas hay un buen número de gentilicios con base latina; el primero de ellos se ve, propiamente, en el adjetivo con que se designa a los habitantes de Gran Bretaña: británicos. Esto se debe al nombre con el que los romanos designaron a las islas, pues eran conocidas como la provincia de Britannia. Por este motivo, hay un buen número de gentilicios formados a través de topónimos del Reino Unido. Verbigracia, los habitantes de Oxford —antigua Oxonia— son oxonienses; los de Cambridge —ciudad conocida como Cantabrigia en latín—, cantabrigenses; y los de Mánchester —Mancunium para los romanos— reciben el nombre de mancunianos. De hecho, el gentilicio inglés para los procedentes de esta ciudad es mancunian. 

Se podría rizar el rizo mucho más y preguntarse cuáles son los gentilicios de ciudades como Newcastle, Norwich o Exeter, por poner ejemplos rebuscados. En el primero de los casos, habría que atender al origen del nombre en latín: Novum Castrum. Su traducción sería algo así como «nuevo campamento» o «nueva fortificación». De ahí su traducción al inglés, como resulta evidente. Pues bien, el gentilicio es neocastrense, pues procede del gentilicio latino neocastrensis. Con los dos ejemplos siguientes ocurre algo semejante: en época romana, las ciudades de Norwich y Exeter recibían el nombre de Norvicia y Exonia, respectivamente. Por este motivo, los gentilicios son norviciense y exoniense —en inglés, de hecho, estos gentilicios también presentan una base latina: norvician y exonian—.

Criterio de selección de sufijos

Se habrá podido inferir que no se ha mencionado aún cuál es el criterio que siguen los gentilicios a la hora de seleccionar los sufijos. Es decir, por qué decimos madrileño y no madridense, o barcelonés en lugar de barcelonero o barceloní. Como se especifica en la NGLE (2009), «no es posible prever el sufijo que se elige para formar adjetivos gentilicios con cada nombre de lugar» (ibid.). También es preciso mencionar que, en ciertos casos, existe un criterio de distinción, sobre todo con respecto a aquellos topónimos homónimos. Así pues, el gentilicio cordobés alude a los habitantes de las ciudades de Córdoba (España y Argentina), mientras que cordobense hace lo propio con la ciudad de Córdoba (Colombia). Hay más ejemplos de este tipo: emeritense (de Mérida, España), merideño (de Mérida, Venezuela) y meridano (de Mérida, México) son los diferentes gentilicios formados a partir del mismo topónimo.

También cabe hacer referencia a aquellos lugares que presentan dos gentilicios; por ejemplo, es frecuente llamar a los habitantes de Brasil brasileros o brasileños, como también se llama malacitanos o malagueños a los procedentes de Málaga. Del mismo modo, conocemos como ucranianos o ucranios a los naturales de Ucrania. Ahora bien, con el caso de Israel no ocurre lo mismo: israelí e israelita no son intercambiables.  El primero alude a los actuales habitantes del Estado de Israel; el segundo hace referencia al antiguo pueblo de Israel. Por tanto, el gentilicio israelita, en ciertos contextos, sí es intercambiable por otros términos, como hebreo o judío. Pero en ningún caso es sinónimo de israelí, por frecuente que sea leerlo en los medios de comunicación.

Referencias bibliográficas:

Real Academia Española (2009). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.