Leon Hunter

La importancia del latín en la medicina

La importancia del latín en la medicina

La importancia del latín en la medicina

El campo de la medicina es uno de los que mejor refleja la importancia de las lenguas clásicas en la actualidad. Buena parte del vocabulario médico que empleamos hoy en día procede tanto del latín como del griego clásico. Y esto se debe, principalmente, a los notables aportes de la civilización grecolatina a la medicina. A lo largo de estas líneas nos centraremos en el léxico referido a la medicina que hemos heredado del latín.

En primer lugar, el propio término medicina procede del latín medicina, que a su vez deriva del verbo medeor, que en latín significa ‘curar’, ‘sanar’ o ‘remediar’. De esta voz también procede el término médico, que es sinónimo de otro sustantivo latino con que se designa a la persona que ejerce la medicina: el galeno, que debe su nombre a Galeno. Este ilustre médico y cirujano nació en la Grecia del Imperio Romano —concretamente, en Pérgamo— y escribió más de 400 obras sobre distintos conocimientos como la anatomía, la farmacología, la fisiología o la lógica.

La relación entre el saber médico de los griegos y los romanos es muy estrecha: los aportes de la medicina griega fueron adoptados por los romanos —por ejemplo, Celso recopiló todo el saber de la medicina antigua en la obra De re medica—, y esto se ve en la terminología. 

Algunas notas sobre vocabulario latino

Lo primero que cabe tener en cuenta es que buena parte de la terminología del español relativa a la anatomía procede del latín, por lo que es difícil acotar el número de términos relativos a este ámbito con origen en la lengua latina.

En muchos casos, cuando decimos que una raíz, prefijo o sufijo procede del latín, en realidad se trata de un calco del griego. Por ejemplo, el sufijo itis, que significa ‘inflamación’, procede del latín y este, a su vez, del griego –ῖτις, con idéntico significado. O dicho de otra manera: muchas de las palabras que nos han llegado del latín tienen su origen en el griego clásico. 

Este sufijo es especialmente productivo en castellano para hablar de dolencias e inflamaciones varias. En concreto, del latín proceden palabras como apendicitis (de appendix ‘apéndice’), peritonitis (de peritonaeum), fascitis (de fascia ‘faja’, ‘venda’), linfangitis (de lympha ‘agua’) o duodenitis (de duodeno, cuyo significado literal es ‘de doce dedos de longitud’, por la forma de esta parte del intestino delgado).

En otros casos, los términos se forman a partir de una raíz latina y un sufijo de origen griego. Esto es lo que ocurre con palabras como halitosis (del latín halitus ‘aliento’ y del griego –sis ‘estado irregular’, ‘enfermedad’), estenosis (del latín stenosis ‘estrechamiento’), silicosis (del latín silex ‘sílice’ y –sis) o tuberculosis (de tuberculus ‘tumor pequeño’ y -sis).

Además de estas afecciones, cabe mencionar otras palabras cuyo origen también se encuentra en el latín, como puedan ser la propia palabra enfermedad (de infirmitas ‘debilidad’, ‘fragilidad de salud’), tumor (del latín tumor ‘hinchazón’, ‘bulto’), infarto (de in ‘dentro’ y farcire ‘apretar’), virus (de virus ‘veneno’), pus (de pus ‘ o ictus (del latín ictus ‘herida’, ‘golpe’), por mencionar tan solo algunos ejemplos.

Locuciones latinas

La presencia del latín en el campo de la medicina se ve reflejada también en las expresiones y locuciones latinas que aún hoy se utilizan. Por ejemplo, uno de los principios en medicina es el primum non nocere, que podría traducirse como «lo primero es no hacer daño». Tal idea procede de uno de los tratados hipocráticos conocido como Epidemias, en el que se establece que al paciente no se le debe suministrar ninguna medicación que pueda causarle daño.

Otro aforismo latino es ubi pus, ibi evacua, que se traduce como «donde hay pus, hay que evacuar/abrir». Otra variante de tal expresión es ubi pus, incision et evacua, con idéntico significado: para evitar la infección hay que eliminar el pus mediante una incisión. Muy conocida también es la expresión vis medicatrix naturae, que significa, literalmente, ‘el poder curativo/médico de la naturaleza’. Este principio alude a los procesos propios de la naturaleza como forma de curación, lo que ha servido como base para algunas pseudociencias y medicinas alternativas.

Expresiones «de muerte»

Con relación a la muerte, existen también varias locuciones latinas. De esta manera, cuando se quiere hacer referencia a la bajada de temperatura de un cadáver, se emplea la expresión algor mortis (de algor ‘frío’ y mortis ‘de la muerte’, es decir, la traducción literal sería «frío de la muerte»). También se usa la locución livor mortis (de livor ‘moratón’) para aludir al color rojizo de los cadáveres cuando se acumula la sangre en determinadas zonas. Y, por último, se habla de rigor mortis (del latín rigor ‘rigidez’) cuando se quiere mencionar el estado de rigidez de los músculos de un cadáver.

Como curiosidad, a la palabra cadáver se le atribuyen dos posibles orígenes: por una parte, puede proceder del latín cadere ‘caer’, de forma que el cadáver podría interpretarse como el «cuerpo caído» de una persona. La otra explicación etimológica —más interesante pero menos plausible— apunta a que cadáver es un acrónimo de la expresión latina caro data vermibus («carne dada a los gusanos»).

En suma, si tenemos en cuenta que, además de las ya mencionadas, la gran mayoría de palabras referidas a la anatomía proceden del latín, pronto advertiremos que el latín está presente en casi todas las facetas de la medicina. Si a ello le sumamos el vocabulario de origen griego, podemos afirmar con total certeza que las lenguas clásicas, lejos de ser cadáveres, son organismos muy vivos.