Leon Hunter

La traducción automática, ¿sí o no?

La traducción automática, ¿sí o no?

Botón de traducción en un teclado.

En el Tesoro de la lengua castellana o española (1611, p. 192), Sebastián de Covarrubias escribió lo siguiente sobre la traducción: «si esto no se hace con primor y prudencia sabiendo igualmente las dos lenguas, y trasladando en algunas partes, no conforme a la letra, pero según el sentido sería lo que dijo un hombre sabio, y crítico, que aquello era verter, tomándolo en significación de derramar, y echar a perder». Tales palabras recogen lo que se le achaca y exige a la traducción automática: el traducir según el sentido y no de forma literal.

La traducción automática es el fiel reflejo de la imbricación entre los avances en tecnología y la lingüística computacional. Los beneficios que aporta son incalculables, tanto para traductores como para usuarios. Por ejemplo, para la Unión Europea es de gran utilidad el empleo de los sistemas de traducción automática —como el software SYSTRAN—, sobre todo si se tiene en cuenta que en la actualidad hay 24 lenguas oficiales en la UE y que, por tanto, cada una de ellas puede traducirse a otras 23, lo que da lugar a 552 combinaciones posibles.

Conviene mencionar, además, que la traducción automática se utiliza en la Comisión Europea desde el año 1976 con el propósito de ofrecer a los traductores un borrador que se pueda mejorar hasta obtener una traducción de calidad. Desde 2013 se utiliza el sistema MT@EC, que genera traducciones automáticas gracias a los recursos lingüísticos procesados de los documentos de la Comisión Europea. También se usan bases de datos terminológicas como IATE (Inter-Active Terminology for Europe), que contiene cerca de 9 millones de términos, DGTVista —un archivo con más de dos millones de documentos oficiales en  las 24 lenguas de la UE— o EUR-Lex, una base de datos con documentos de carácter legislativo.

No obstante, en muchos casos las redacciones de estos documentos están orientadas, precisamente, a las limitaciones de los traductores automáticos. Esto es lo que se conoce como lenguaje de indización o lenguaje controlado, que consiste en usar un vocabulario restringido, unas estructuras sintácticas simples o evitar determinadas unidades fraseológicas (locuciones, refranes, enunciados fraseológicos). Con este lenguaje ad hoc se consigue un doble propósito: por una parte, mejora la comprensión de los textos, de forma que los lectores pueden entenderlos con mayor facilidad sin recurrir a la traducción. Por otra parte, estos lenguajes permiten la creación de memorias de traducción.

Un ejemplo es el sistema Euramis (European Advanced Multilingual Information System), una memoria de traducción de todas las instituciones de la UE; este sistema permite, a grandes rasgos, recuperar elementos de otras traducciones realizadas anteriormente y, a la vez, almacenar esa traducción para futuros usos. O dicho de otro modo: las memorias facilitan el trabajo a los traductores puesto que almacenan documentos que, en muchos casos, contienen fragmentos iguales a los del texto que están traduciendo. Esto se debe a que algunos textos de la CE albergan contenido legislativo y, por tanto, hacen referencia a normativa vigente y traducida con anterioridad.

¿Cuáles son los inconvenientes de la traducción automática?

Como ya se ha esbozado líneas atrás, la traducción automática es —al menos, por el momento— un soporte para que los traductores realicen su trabajo de forma más eficaz. Un sistema de traducción automático, utilizado de forma autónoma, se enfrenta a problemas de carácter textual y discursivo, como puedan ser el estilo —y, por tanto, de sintaxis, de léxico o de registro lingüístico, entre otros—, el conocimiento del contexto compartido entre los interlocutores o la ambigüedad lingüística. Pongamos un ejemplo muy conocido: la traducción del comienzo de El Quijote al inglés.

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…

Diferentes traducciones al inglés:

In a village of La Mancha, the name of which I have no desire to call to mind

Somewhere in la Mancha, in a place whose name I do not care to remember

In a place in La Mancha, whose name I do not want to recall

Not long ago, in a place in La Mancha whose name I do not want to remember

Como se recoge en la edición publicada por la Real Academia Española en el año 2004 (p. 27), el término lugar alude a una pequeña población rural. En el Diccionario de la lengua española, la primera definición de lugar es ‘porción de espacio’ y la segunda, ‘sitio o paraje’. La tercera acepción hace referencia al significado que tiene en El Quijote: ‘población pequeña, menor que villa y mayor que aldea’. Por tanto, la traducción al inglés más aproximada sería la primera. No obstante, si recurrimos al Traductor de Google, veremos que traduce ese primer enunciado como In a place in La Mancha, whose name I do not want to remember… (si hacemos la prueba con la primera parte del enunciado, la traducción varía sobremanera: in place of the spot).

De igual forma ocurre con la expresión el caballero de la triste figura, que es como se conoce a l hidalgo Alonso Quijano. En inglés se traducido de muy distintas maneras: rueful countenance, sad face, sad countenance, mournful countenance, sorrowful face o woeful figure. El Traductor de Google nos ofrece la traducción sad figure, que dista de las opciones anteriores, todas ellas pertenecientes a traducciones de reputados traductores como John Rutherford (Penguin Classics), Edith Grossman (PBS), Burton Raffel (Norton Critical Editions) o John M. Cohen (Collector’s Library).

Translating with the Google Pixel Buds

Una vez visto el panorama de la traducción automática en un marco profesional, conviene hacer referencia a la experiencia del usuario común con estas herramientas. En la actualidad, los avances en esta materia se están enfocando a los auriculares inalámbricos de traducción simultánea, como los Google Pixel Buds, que permiten la traducción en tiempo real hacia 40 idiomas. No obstante, el soporte sigue siendo el Traductor de Google, de forma que, al igual que ocurre en el ámbito profesional, puede servir como soporte sobre el que luego añadir correcciones, pero en ningún caso —al menos por el momento— como una herramienta perfecta de traducción.

Tan solo el traductor es capaz de acercarse a tal idea de perfección y, aun con todo, por el camino se pierden de forma irremediable los matices que cada palabra o expresión tiene en la lengua de origen. Retomando la cita del comienzo, el traductor es en nuestros días aquella persona encargada de que las palabras no  se derramen y se echen a perder en el paso de una lengua a otra. Del traduttore, traditore hemos pasado al traduttore, salvatore.