Leon Hunter

Lo que esconde nuestro abecedario

Lo que esconde nuestro abecedario

Lo que esconde nuestro abecedario

Un alfabeto o abecedario es aquella serie ordenada de letras que corresponden a un idioma. Las letras, a su vez, son representaciones escritas de los fonemas. A grandes rasgos, podemos decir que los fonemas son las unidades mínimas en el plano fónico, mientras que las letras lo son en el plano escrito o gráfico. Es decir, existe una correspondencia entre letras y fonemas, aunque no es igual en las distintas zonas en las que se habla la lengua española. En las próximas líneas vamos a abordar aquellas cuestiones relacionas con las veintisiete letras que componen nuestro alfabeto.

Una letra, un nombre

Las letras de nuestro alfabeto no tienen un único nombre, sino que pueden tener varios en función de la región hispanohablante en que nos encontremos. La recomendación de la Real Academia Española es la de establecer un único nombre para cada letra, aunque no desaconseja los nombres con que se conocen a algunas letras.

Además, cabe mencionar que, por lo general, existe una tendencia general a que el nombre de la letra incluya a dicha letra en su denominación; así, por ejemplo, escribimos zeta (y no ceta), be y uve, o ka (en lugar de ca).

Y tú, ¿cómo llamas a la letra «v»?

El primer caso del que vamos a hablar es el de la letra v; en nuestra lengua, este grafema se conoce con varios nombres: en España y algunos países de Hispanoamérica se llama uve, pero en otros se usan las denominaciones ve corta, ve chica, ve baja o, simplemente, ve. El hecho de que el nombre ve para aludir a la letra v sea mayoritario en América tiene su origen en el año 1869, cuando se comenzó a llamar ve a esta letra en lugar de ve consonante como mencionaremos a continuación—.

Ahora bien, el origen del nombre uve tuvo lugar a mediados del siglo pasado; primero, con su incorporación en el diccionario académico y, posteriormente, en la ortografía del año 1969. Por tanto, es posterior a la forma ve con que también se conoce a dicha letra. Los motivos de dicho cambio se especifican en la Ortografía de la lengua española (2010, p. 67):

En un principio, la v se denominaba por escrito v consonante o u consonante por oposición a la u vocal con la que compartió oficios durante siglos […]. El nombre uve nace de la necesidad de distinguir oralmente los nombres de las letras b y v, ya que las palabras be y ve se pronuncian del mismo modo en español.

En el Diccionario panhispánico de dudas también se recomienda el uso de la forma uve, alegando que es la única forma en que pueden distinguirse los nombres de las letras b y v. No obstante, conviene mencionar que, en aquellos lugares en los que se emplea la denominación ve para la letra v, suele nombrarse a la letra b como be larga, be grande o be alta, dependiendo de la forma en que se nombre a la letra v:

Ve cortabe larga (Argentina, Chile, Colombia, Cuba Venezuela, Guatemala, Uruguay y República Dominicana).

Ve chicabe grande (México, área centroamericana, Perú y Bolivia).

Ve baja – be alta (en algunas zonas de Venezuela y Argentina).

¿Y a la letra «w»?

Algo similar ocurre con la letra w. En la Ortografía de la lengua española (2010), se recomienda la denominación uve doble, pero también son correctas otras formas de nombrarla, como ve doble, doble uve, doble ve o doble u

¿Cuál es el origen de la ñ?

En el español arcaico y medieval la representación de las geminadas —como en annum > año o pannus > paño— se abreviaba añadiéndole a la letra n una raya, que denominamos virgulilla. No obstante, no todas las palabras con ñ proceden del grupo –nn-. Otros grupos consonánticos, como -gn-, -mn- y –ni– + vocal también originaron este sonido nasal palatal sonoro que representamos con una ñ. Así pues, términos como signa, damnum o senior originaron, con el paso del tiempo, los términos seña, daño y señor, respectivamente. Sobre la particularidad de esta letra, Gabriel García Márquez escribió lo siguiente:

La ñ no es una antigualla arqueológica sino todo lo contrario: un salto cultural de una lengua romance que dejó atrás a las otras al expresar con una sola letra un sonido que en otros lugares sigue expresándose con dos.

Otro problema: el nombre de la letra r

Aunque muchos la conozcamos como la erre, lo cierto es que la letra r se ha nombrado de dos maneras en diferentes ortografías, en relación con sus dos formas de pronunciación —como vibrante simple o múltiple—. Así pues, la letra r, cuando suena como en caro, arpía o pero, recibiría el nombre de ere; cuando su pronunciación es como en reto, carro o terreno, se denominaría erre.

Hoy en día, la Academia desaconseja mantener esta distinción: «[…] para evitar las confusiones a que puede dar lugar la doble denominación, se recomienda desechar definitivamente el nombre ere para esta letra, que pasa a partir de ahora a llamarse únicamente erre. En perfecta coherencia con el nombre erre para la r, el dígrafo rr se denomina erre doble o doble erre» (OLE, 2010, p. 69).

Un alfabeto dinámico

Como ya mencionamos en el artículo llamado Las letras perdidas del español, a lo largo del tiempo el alfabeto ha ido variando su composición; por ejemplo, la letra cedilla (ç), presente en el abecedario propuesto por Antonio de Nebrija en sus Reglas de ortografía española. Las últimas letras en incorporarse a nuestro alfabeto fueron la ch y la ll—consideradas como dígrafos desde el año 1994 y eliminadas de la Ortografía en el año 1999—, la ñ y la w.

Asimismo, conviene mencionar que nuestro alfabeto, a pesar de ser heredero directo del latino, ha introducido algunas letras que no son propias de la lengua latina. En concreto, se trata de cuatro letras: la ñ, la w, la j y la u. Estas dos últimas son, en realidad, variantes de otras letras del alfabeto latino: la i y la v, respectivamente. Con el paso del tiempo, hubo una especialización de las letras, de forma que la pronunciación vocálica fue asumida por la u y la i, mientras que los sonidos consonánticos se representaron con la v y la j.

Para terminar, es preciso apuntar que hoy en día las letras b y v se pronuncian de igual manera —es decir, como un sonido bilabial sonoro—. Sin embargo, durante algún tiempo la RAE aconsejó distinguir la pronunciación de ambas letras, como ocurre en otras lenguas como el francés, el inglés o el italiano.