Leon Hunter

Ortografía antietimológica

Ortografía antietimológica

Ortografía antietimológica

Las etimologías siempre nos aportan información útil y necesaria acerca de la morfología, la ortografía y la fonética de las palabras. En los procesos de evolución de una palabra se pueden producir alteraciones que, precisamente, desliguen a ese término de su forma original; este hecho puede deberse a razones morfofonológicas y ortográficas, como se verá en las próximas líneas. Cualquier nombre acompañado del adjetivo antietimológico, av. gr., acentuación antietimológica, diptongo antietimológico, forma antietimológica, etc.— nos dice que, en efecto, no se está respetando el origen de una palabra. Por este motivo, también hay que tener en cuenta otro criterio aparte del etimológico: el criterio del uso constante.

¿Nunca se han preguntado por qué en español escribimos barrer, con b, si procede del verbo latino verrere? ¿Y por qué huevo se escribe con h, si procede del latín ovum? La respuesta se puede encontrar en el título de este artículo: en la ortografía antietimológica. En el siglo XVIII, la Real Academia Española propuso respetar el criterio etimológico para establecer una ortografía en la que b y v pudieran diferenciarse. Y, en caso de duda acerca del origen de la palabra, prevalecería el uso de la b, como se recoge en la Ortografía de la lengua castellana de 1754:

Con b se deben escribir todas las voces que la tienen en su origen, como beber de bibere, escribir de scribire; y asimismo algunas que aunque en la lengua de donde las hemos tomado, tienen v consonante, se escribirán con b, por hallarse escritas así según el uso común y constante, como abogado, baluarte, borla, buytre. […] En la duda de origen, y uso constante se ha de preferir la b, como en bálago, besugo.

En lo que respecta al verbo barrer, cabe mencionar que el CORDE (Corpus Diacrónico del Español) arroja 587 resultados con la forma actual, mientras que la forma varrer solo presenta 20 casos. Es decir, se puede decir que ambas formas convivieron durante siglos, si bien es cierto que la forma con b era mayoritaria, aunque antietimológica. Se ha mencionado también el empleo de esa h en huevo; pues bien, tal empleo responde a una norma ortográfica mediante la cual se escriben con h– todas aquellas palabras que comienzan por /ue/, aunque no esté presente en su etimología, como hueso (del latín osum), huérfano (del latín orphanus) o huevo (del latín ovum). Es decir, se trata de una h antietimológica que hemos heredado por la necesidad de indicar que esa u era vocálica, en tiempos en los que la v y la u no se diferenciaban; por consiguiente, era necesario marcar ortográficamente la diferencia entre el sonido vocálico y consonántico.

Ejemplos antietimológicos

Como se ha mencionado anteriormente, hay un criterio de uso en el que convergen otros dos: el criterio fonológico y el criterio etimológico. El primero de ellos es el que hace que ciertas palabras «adapten» su forma a la pronunciación de los hablantes, como ocurre en la simplificación de grupos consonánticos —escritura en lugar de scriptura u otubre y setiembre en lugar de octubre y septiembre—. En este caso, es la pronunciación de los hablantes la que prevalece frente a la etimología. Lo mismo ocurre con la pronunciación de términos como vitíligo (o vitiligo) y élite (o elite). Hay palabras que, debido a la alternancia de pronunciaciones, presentan dos formas: una etimológica y otra antietimológica. Lo mismo ocurre con algunos términos acabados en –iaco: afrodisíaco (o afrodisiaco), dionisíaco (o dionisiaco), demoníaco (o demoniaco), cardíaco (o cardiaco), etc.

En otros casos, se impone la etimología frente a la pronunciación. Por ejemplo, aún mantenemos en muchas palabras el grupo ps procedente de la ψ griega, trasliterada al latín con el dígrafo ps. De este modo, encontramos palabras con el elemento compositivo pseudo– (pseudocientífico, pseudología, pseudónimo) y otras como psicoanálisis, psicodramático, psicología o psiquiatría, que mantienen el dígrafo etimológico. No obstante, también se aceptan las formas adaptadas a la pronunciación —y, por tanto, antietimológica—, como seudocientífico, seudología, seudónimo, sicoanálisis, sicología, etc. Aunque estos últimos términos sean menos utilizados y el uso culto no las prefiera—a excepción de seudónimo, que presenta más resultados en el CREA (Corpus de Referencia del Español Actual) que la variante etimológica pseudónimo—, resulta conveniente admitir estas variantes gráficas, pues reflejan la pronunciación normal de estas palabras en nuestra lengua.

Móvil, maravilla, abogado, buitre… ¿qué ha pasado?

Es curioso el ejemplo de móvil, pues su etimología nos remite al latín mobilis —de donde procede la voz mueble— y lenguas como el inglés y el italiano presentan la voz mobile, aunque con distinta pronunciación. Una explicación podría apuntar a una asociación con el verbo mover, que sí presenta una v etimológica, puesto que procede del verbo latino movēre. También en el caso del término maravilla se puede apreciar cómo el uso ha fijado en la ortografía formas antietimológicas. El origen de esta palabra nos remonta a la voz  latina marabilia —forma neutra plural del adjetivo mirabilis ‘bonito, extraordinario’—. En este caso, puede existir influencia de otras lenguas con respecto a la raíz de esta palabra; en catalán se dice maravella, en francés, merveille, en inglés, marvel, en italiano meraviglia y en portugués meravilha. En ninguna se conserva la b etimológica, lo que puede servir para explicar el uso en castellano de la v frente a la b.

En casos como los de abogado (de advocatus), boda (de vota) y buitre (de vultur) se ha impuesto el «uso común y constante» que se señalaba en la Ortografía de 1754, quizá motivado por el desconocimiento de los orígenes de los términos señalados, en cuyo caso prevalecía la forma con b.

En resumen, la etimología, como se ha podido comprobar, en muchos casos no es suficiente en lo concerniente al plano ortográfico. En muchas ocasiones prevalece el criterio etimológico en la escritura, aunque en otros se tiene en cuenta la pronunciación o, simplemente, lo que el uso de los hablantes ha ido generando.

Referencias:

Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, 23.ª ed. Madrid: Espasa, 2014.

Real Academia Española, Ortografía de la lengua castellana, facsímil de la edición de la Real Academia Española. Madrid: RAE y JdeJ Editores, 2016.