Leon Hunter

Palabras muy comunes que proceden del japonés

Palabras muy comunes que proceden del japonés

Bandera de Japón

En nuestra lengua tienen cabida palabras de muy diversa procedencia: aunque la mayoría de ellas proceden del latín —lo que se conoce como léxico heredado—, muchas otras tienen orígenes muy remotos —esto es, el léxico adquirido—. Hace unas semanas hablamos, precisamente, de palabras muy comunes cuyo origen está en el sánscrito. Hoy nos vamos a acercar a la lengua japonesa para ver qué palabras hemos importado de ella.

Seguro que alguna vez te has preguntado por qué a los japoneses también se los conoce como nipones. Y la respuesta es muy simple: Nippon (日本) es el nombre con el que, en japonés, se alude a Japón. También habrás escuchado que Japón es la tierra del sol naciente. Esto se debe a que nippon significa, literalmente, ‘el origen del sol’ —日 es el kanji para decir sol, y 本 significa ‘base’ u ‘origen’—.

La lengua japonesa es la lengua materna de más de 120 millones de personas, lo que la sitúa como una de las diez lenguas más habladas en el mundo. Algunas de las características de dicha lengua es que, por ejemplo, no existen ni el género gramatical ni los artículos, y su alfabeto se basa en una combinación de caracteres chinos y dos silabarios japoneses, como son el katakana y el hiragana.

En la política y la sociedad

Aunque el japonés sea una lengua que no está en constante contacto con el español, lo cierto es que muchas palabras japonesas las hemos adaptado a nuestro vocabulario. Por norma general, cuando se incorpora una palabra de otra lengua, quiere decir que tal palabra hace referencia a una realidad que es desconocida para los hablantes de la lengua de destino (en este caso, el español). Por este motivo, muchas de ellas están relacionadas con la política y la sociedad. Por ejemplo, la palabra mikado alude al título del emperador de Japón; el sogún, por su parte, se define como el ‘título de los personajes que gobernaban el Japón, en representación del emperador’. Tampoco nos podemos olvidar de los términos daimio, con el que se hace referencia al señor feudal en el antiguo régimen japonés, y samurái ‘guerrero perteneciente a una clase inferior de la nobleza, y que estaba al servicio de los daimios’. Algunos de los términos mencionados hasta el momento son comunes en prensa, sobre todo en noticias relacionadas con Japón o la cultura japonesa:

«En la primavera de 1701, el ilustre señor del castillo de Ako, Asano Naganori Takumi no Kami, recibió del sogún (gobernador militar de Japón) Tokugawa Tsunayoshi (1680-1709) la orden de trasladarse a Edo (actual Tokio) […]» (El País, 5/3/2018).

«Japón pasa a octavos sin honores de samurái» (El Mundo, 28/7/2018).

De hecho, aunque no está recogido en el Diccionario de la lengua española, es frecuente hablar del bushido, que es el código de honor que mantenían los samuráis y que, de violarlo, podían recuperarlo mediante el suicidio. Ese rito del suicidio recibe el (conocido) nombre de harakiri —de hara ‘vientre’ y kiri ‘corte’—. Esta última también se suele utilizar de forma metafórica, aludiendo a que alguien ha hecho algo que ha causado su desgracia. Y algo similar ocurre con la palabra kamikaze; en un principio, hacía referencia a la figura del piloto suicida que, en la Segunda Guerra Mundial, tripulaba un avión con explosivos con el fin de impactar con un objetivo. También por extensión metafórica, hoy en día lo utilizamos en alusión a toda persona que arriesga su vida en un acto temerario.

«Mortal de necesidad, en términos de estrategia política. Se acaba de imponer el corto plazo de un mes para hacerse el harakiri» (Europa Press, 4/10/2018).

«El supuesto kamikaze entró por el kilómetro 2 de la M-30, a la altura del puente de los Sagrados Corazones, por el anillo exterior de la vía» (El País, 21/8/2018).

En el arte y la literatura

También encontramos léxico relacionado con el arte y la literatura de Japón: la tanka —de tan ‘corto’ y ka ‘canción’— es un ‘poema de origen japonés que consta de cinco versos, pentasílabos el primero y el tercero, y heptasílabos los restantes’. No obstante, en el DLE también está recogida una forma homónima de origen tibetano —también llamada tanka— para aludir a una pintura realizada sobre lienzo que representa motivos propios del budismo tibetano. También forman parte de este campo semántico palabras como ikebana ‘arte japonés de realizar composiciones de flores’, haiku ‘composición poética de origen japonés que consta de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente’ y kabuki ‘género teatral japonés que combina actuación y declamación y en el que los papeles femeninos son representados por hombres’.

En las artes marciales y la botánica

Otro ámbito del que hemos heredado gran cantidad de vocabulario es el de las artes marciales. Japón es la cuna de muchas de ellas, y por ese motivo hemos importado las palabras con las que se alude a ellas. Así pues, tenemos como ejemplos el yudo (de  ŷū, ‘blando’, y , ‘camino’), el sumo, el aikido (de ai ‘juntos’, ki ‘espíritu y do ‘camino’), el kendo (de ken ‘espada’ y do ‘camino’) y el karate o kárate. Además, también existe en español vocabulario relacionado con estas disciplinas, como el dan ‘en las artes marciales tradicionales, cada uno de los diez grados superiores concedidos a partir del cinturón negro’, el tatami ‘tapiz acolchado sobre el que se ejecutan algunos deportes, como el yudo o el kárate’ y el kimono (o quimono) que, además de ser la popular túnica japonesa, es la vestimenta con la que se practican las artes marciales. En algunas de estas artes marciales se emplea la katana o catana, que es un sable de origen japonés.

Para finalizar, no podemos olvidarnos de algunos términos relacionados con la botánica y que también hemos importado directamente del japonés; es el caso ciertas plantas como el bonsái, el caqui o kaki, y la soja, todas ellas procedentes de Asia.

Referencias bibliográficas:

Corominas, J. (1990). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.

Real Academia Española. (2014). Diccionario de la lengua española (23.ª ed). Recuperado de http://dle.rae.es/¡