Leon Hunter

¿Qué es el falso leísmo?

¿Qué es el falso leísmo?

Texto en máquina de escribir

El leísmo forma parte de esas cuestiones peliagudas de la gramática del español, sobre todo en los hablantes del español de España —y, más concretamente, en la zona centro y norte de la península—. Para un hablante de Madrid puede ser muy común decir le quiero o le respeta (a él); sin embargo, esto no le sonará tan bien a un porteño o a un caraqueño, que dirá lo quiero y lo respeta, respectivamente.

A grandes rasgos, el leísmo consiste en utilizar el pronombre le en lugar de lo en aquellos casos que corresponde —es decir, como complemento directo—. Por lo extendido que está entre los hablantes, el leísmo de persona singular está admitido en la gramática académica, aunque se recomienda el uso del pronombre lo. Un hablante leísta, por tanto, dirá le vi en la universidad, en lugar de lo vi en la universidad. No ocurre lo mismo con el leísmo en plural que, aunque también está muy extendido, se desaconseja en oraciones como *les vi tomando un café o *les quiero mucho, en las que sustituyen a los pronombres de complemento directo en plural (los y las).

Singular Plural Ejemplos
Pronombres de acusativo (objeto directo) Lo, la Los, las Yo lo vi en la parada.

Él todavía la espera.

No los/las conocía cuando pasó aquello.

Pronombres de dativo (objeto indirecto) Le Les Dile cuánto te costó la camiseta.

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Tampoco se recomienda el uso de los pronombres de dativo (le, les) cuando se hace referencia a un objeto (el llamado leísmo de cosa). Así, en oraciones como Voy a comprarme un bolígrafo porque el que tengo ya le he gastado o Se rompieron los relojes y no les has arreglado lo correcto hubiera sido emplear los pronombres de acusativo.

El falso leísmo

Probablemente podamos pensar en varios ejemplos que hemos leído o escuchado tanto con los pronombres de acusativo como con los de dativo. ¿Se dice le ayudo (a ella) o la ayudo? ¿Es correcto decir lo avisó de la situación o, por el contrario, debería usarse el pronombre le? Para responder a estas preguntas hay que recurrir al denominado falso leísmo o leísmo aparente. Esta noción hace referencia a aquellos verbos transitivos —es decir, que se construyen con complemento directo— que en español medieval regían dativo en lugar de acusativo, que sería lo esperado. Por tanto, no se trata de casos de leísmo porque no hay una sustitución de los pronombres de dativo por los de acusativo, sino que los propios verbos se construían en su origen con complementos de dativo. Esto ha propiciado que en la actualidad convivan construcciones con ambos pronombres incluso en las zonas no leístas:

1. a) ¿Y mi presencia no le ayuda? (William Shand, El sastre, 1982, CREA, Argentina).

1. b) Anselmo lo sostiene y lo ayuda a acercarse al sillón (Javier Daulte, Desde la noche llamo, 1994, CREA, Argentina).


2. a) A mediados de noviembre le avisó a Lula personalmente por teléfono […] (Clarín, 2002, CREA, Argentina),

2. b) Ahorita mismo lo aviso —dijo mientras se secaba las manos con un trapo sucio (José Mateos, Historias de un Dios menguante, CORPES XXI, España).


3. a) Un soñador atascado en la vigilia que expone todo lo que lo asombra y horroriza (Silvia Hopenhayn, ¿Lo leíste?, CORPES XXI, Argentina).

3. b) «Qué raro es este mexicano. ¿Así serán todos? Cualquier cosa le asombra», pensó (Humberto Guzmán, Los extraños, CORPES XXI, México).


Como puede verse en estos ejemplos, con ciertos verbos existe vacilación a la hora de usar los pronombres de dativo o acusativo. Como se ha mencionado arriba, el hecho de considerarse como falso leísmo se debe a que, en países no leístas como Argentina o México, ciertos verbos transitivos —ayudar, avisar, asombrar, molestar, preocupar, divertir, ofender, etc.— se construyen con las formas de dativo. 

Verbos que presentan formas de dativo o acusativo:
aburrir, afectar, asustar, asombrar, aterrorizar, atraer, consolar, convencer, divertir, entusiasmar, escandalizar, fascinar, impresionar, importar, inquieta, irritar, jorobar, molestar, obsesionar, ofender, perjudicar, preocupar, etc.

Otro caso que se enmarca dentro del falso leísmo es el llamado leísmo de cortesía, que es el que utilizamos cuando tratamos a alguien de usted. Algunos ejemplos de este uso serían ¡Qué bien le veo (a usted)! o No tenía el gusto de conocerle. En ambos casos, lo recomendado hubiera sido emplear el pronombre lo, si bien es cierto que, al estar admitido el leísmo de persona singular masculino, no nos suena tan raro. Además, como queda recogido en la Nueva gramática de la lengua española, «el leísmo de cortesía se ha atestiguado en hablantes que no practican otras formas de leísmo, así como en textos de escritores no leístas» (2009, 16.8d, p. 1213).

El laísmo

Por último, conviene hablar a grandes rasgos del laísmo. Si el leísmo consiste en utilizar los pronombres de dativo (le/les) en lugar de los de acusativo (lo/la, los/las), el laísmo consiste en todo lo contrario, es decir, en usar los pronombres femeninos la/las donde irían pronombres de dativo. A diferencia de lo que ocurre con el leísmo, el laísmo no está tan extendido —en la actualidad se conserva, principalmente, en parte de Castilla, Cantabria y Madrid—  y no se considera de uso culto como sí pueden considerarse el leísmo de persona y el leísmo de cortesía. No obstante, conviene señalar que el laísmo es un fenómeno que, hasta el siglo XVIII, gozaba de cierto prestigio gracias a que muchos ínclitos autores como Quevedo, Lope, Calderón o Moratín eran laístas.

Es tu cara peregrina –la dije con voz muy grave-, calabaza es tu cabeza, bordón tu nariz gigante. (Francisco de Quevedo, Poesías, 1597-1645, CORDE).

Tu mamá ha cambiado de traje conmigo yo la he dado mi pasiega, y ella me ha dado, su vestal (Ramón de Mesonero Romanos, Escenas matritenses, 1837, CORDE).

Y vio que a no perderte, se perdía, y así el temor la dio osadía (Baltasar Gracián, Agudeza y arte de ingenio, 1642-1648, CORDE).

En definitiva, la cuestión de los pronombres átonos de tercera persona es, desde los inicios de nuestra lengua, una cuestión compleja. Y, sobre todo, somos los hablantes peninsulares quienes nos llevamos la palma a la hora de confundir dichos pronombres.