Leon Hunter

«Speech», «prime time» y otros anglicismos innecesarios que utilizamos a menudo

«Speech», «prime time» y otros anglicismos innecesarios que utilizamos a menudo

«Speech», «prime time» y otros anglicismos innecesarios que utilizamos a menudo

La presencia de extranjerismos en una lengua es un fenómeno natural que refleja el intercambio de voces y expresiones entre diferentes idiomas. Hoy en día, términos como vagón —del inglés wagon—, carné —del francés carnet, ostra —del portugués ostra— o cohete —del catalán coet— no nos resultan extraños, pues son palabras que están plenamente adaptadas tanto a la grafía como a la fonética de nuestra lengua. En cambio, en la actualidad podemos ver cómo los medios de comunicación abusan de voces extranjeras —generalmente, procedentes del inglés— que sustituyen a otras ya presentes en español. ¿Es necesario decir break en lugar de descanso, o show en lugar de espectáculo?

Resulta evidente que el uso de estas voces extranjeras responde a una cuestión de puro esnobismo —del inglés snob ‘persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos’—, puesto que tal empleo confiere un halo de modernidad y cultura difícilmente alcanzable con la lengua de Cervantes (nótese la ironía). La Real Academia Española y la Academia de Publicidad organizaron el año pasado un debate que abordó ciertas cuestiones como la situación del español en la publicidad o la presencia del inglés en las campañas publicitarias. Algunos datos son realmente impactantes: en los últimos 13 años se ha multiplicado por diez el número de marcas que utilizan el inglés en los anuncios de televisión. En el año 2003, ese número no llegaba a treinta; en 2016 ascendía a trescientas veintidós.

Los motivos por los que se emplea el inglés en la publicidad están relacionados con la ideas de internacionalización, apertura o prestigio, mientras que el español —según se concluyó en el mencionado debate— se asocia al hermetismo y aislamiento. Pero lo que nos llega a través de la publicidad es exactamente lo mismo que percibimos a diario por otros medios —prensa, radio, redes sociales, etc.—, por lo que ya nos acostumbramos a leer o escuchar ciertas voces inglesas con su equivalente en castellano. Verbigracia, apenas leemos que alguien es director ejecutivo, porque el término CEO se ha ido imponiendo. Lo mismo ocurre con el autónomo de toda la vida, al que ahora llaman freelance. Los negocios ahora son business, los discursos o conferencias han dado paso a los speech, y las conmociones o impactos ahora se llaman shock. Nuestros móviles nunca están en reposo porque están en stand by, y tampoco tienen fallos, puesto que tienen bugs. Como vemos, la incorporación de extranjerismos no siempre responde a la necesidad de nombrar una (nueva) entidad, sino que también actúa como sustituto de palabras de la lengua de destino. Por este motivo —si recurrimos al título de este artículo—, podemos decir que pole position es lo mismo que decir primera posición, así como el prime time no es más que el horario de máxima audiencia.

La moda, los negocios y la tecnología, ámbitos clave para la incorporación de anglicismos.

Hay ciertos ámbitos en los que el influjo del inglés es más evidente que en otros. El mundo de la moda recurre con suma facilidad a voces inglesas con traducción en castellano, como jeans, shorts o blazer en lugar de pantalones vaqueros, bermudas y americana, respectivamente. También se puede ver en expresiones como fashion week —sustituible por semana de la moda—, outfit —traducible por conjunto—, lookbook —un catálogo de tendencias— o backstage, cuyo significado es prácticamente el mismo que el de bambalinas o bastidores. Incluso expresiones como ir de shopping tienen su equivalente en ir de tiendas o ir de compras. Algo parecido ocurre con la terminología del campo de la tecnología, donde se pueden encontrar giros como tablet —en lugar de tableta, cuyo plural, tabletas, sí está adaptado a la prosodia del castellano—, display —en vez de pantalla o visualizador— o roaming, cuyo significado es, dependiendo del contexto, el mismo que el de tarifa o itinerancia.

Ahora bien, también cabe matizar que hay anglicismos necesarios, sin equivalente en castellano, debido en parte a que el inglés es la lengua internacional, así como la que más presencia tiene en el campo de la tecnología o los negocios. Por eso, hay voces como wifi, router, hacker, software, o hardware, entre muchas otras, que no tienen equivalente en nuestra lengua. Es más, algunas ya están plenamente adaptadas, como es el caso de wifi, que aparece en redonda y no en cursiva en la última edición del Diccionario de la lengua española (DLE), al tratarse de un extranjerismo plenamente adaptado al castellano, tanto en su grafía como en la fonética. Ahora bien, en lo que respecta a este último término, se puede utilizar tanto en masculino como en femenino —i.e., son válidos el wifi y la wifi— y su pronunciación, según la RAE, es [güifi].

En resumen, se puede observar claramente cómo hay ámbitos en los que la presencia del inglés permite una mayor permeabilidad en lo que a terminología se refiere. Es inevitable, por tanto, leer consulting en lugar de consultoría, márketing por mercadotecnia o sponsor en vez de patrocinador. La única solución posible pasa por concienciar a los hablantes de cuál es el uso que hacemos de nuestra lengua. Los extranjerismos son necesarios, y toda lengua se nutre de voces de otras lenguas por motivos evidentes. Ahora bien, en los últimos tiempos asistimos a la consolidación no del extranjerismo innecesario, sino del anglicismo innecesario. Este hecho nos lleva a pensar que la sustitución de palabras del español por otras de origen inglés se debe a cuestiones de prestigio o internacionalización, como se mencionaba líneas atrás. Esto fomenta, en efecto, que exista la percepción de que hay lenguas más prestigiosas que otras. Algo que, sin duda, es un error muy grave y que está en consonancia con lo que el lingüista David Crystal (2001, p. 106) anticipa sobre el futuro de las lenguas: nos encaminamos, irremediablemente, hacia una única lengua.

 

Referencias bibliográficas:

Crystal, D. (2001). La muerte de las lenguas (Pedro Tena, trad.). Madrid: Cambridge University Press.

Real Academia Española (2014). Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa.

Real Academia Española (2010). Ortografía de la lengua española. Madrid: Espasa.