Leon Hunter

«Subir arriba», «bajar abajo» y otros pleonasmos

«Subir arriba», «bajar abajo» y otros pleonasmos

«Subir arriba», «bajar abajo» y otros pleonasmos

En nuestro lenguaje diario empleamos ciertas expresiones que demuestran que no siempre reflexionamos sobre lo que decimos. O, al menos, que no ponemos atención en ciertas cuestiones de la lengua en según qué registros.  En un lenguaje espontáneo y coloquial, es frecuente caer en solecismos, silepsis o redundancias, por poner algunos ejemplos. Sobre estas últimas hablaremos en las próximas líneas, pues son más comunes de lo que parece. Veremos —y leeremos— con nuestros propios ojos lo que estará abajo suscrito.

Las redundancias son también conocidas como pleonasmos —del griego clásico πλεονασμός ‘redundancia’, formado a partir del verbo πλεονάζω ‘ser superfluo’ y este a su vez de πλείων ‘demasiado’—, que son, como ya es sabido, figuras retóricas que consisten en añadir palabras innecesarias o redundantes en una oración con el fin de darle expresividad. En el párrafo anterior se han introducido dos: veremos con nuestros propios ojos —¿con cuáles si no?— y abajo suscrito —suscribir ya implica escribir debajo de algo—. Ahora bien, cabría preguntarse por qué se cometen estas redundancias; resulta evidente que se trata de un exceso de información, que puede ser intencionado o no. Es decir, en una oración como sube hacia arriba, el emisor está aportando más información de la estrictamente necesaria —que en este caso la ofrece el verbo— pues en subir ya está implícita la idea de ir hacia arriba. Independientemente de que el emisor sea consciente de que el verbo, per se, implica dirección, es posible que la adición de arriba se deba a que el emisor quiere dotar a la oración de mayor expresividad. No obstante, resulta curioso que la redundancia pueda ser tanto un vicio del idioma como un pleonasmo. A este respecto, Ignacio Bosque asegura lo siguiente:

Se da a entender a menudo que, en la boca de los simples hablantes, esta misma redundancia pasa a ser muestra de su pobreza expresiva y de su incapacidad para entender que en una secuencia es ocioso reiterar los mismos significados con distintas palabras […]; el mismo fenómeno puede ser encomiable o censurable en función de los textos en los que se descubra, una peculiar antinomia entre las unidades lingüísticas (2004, p. 25).

Entrar adentro, bajar para abajo…

Hay expresiones similares a la que se acaba de mencionar. Algunas de estas perlas —más propias del lenguaje oral que del escrito— son muy comunes. Entrar adentro —¿se puede entrar afuera?— o bajar hacia abajo son ejemplos de oraciones redundantes. El verbo entrar queda definido de la siguiente manera en el Diccionario de la lengua española: ‘Ir o pasar de fuera adentro’. El verbo bajar, por su parte, se define así: ‘Ir o moverse hacia abajo’. Es decir, en ambos casos no se está teniendo en cuenta el significado léxico de los verbos, pues ambos implican movimiento. Lo mismo se podría aplicar a las expresiones salir afuera —y sus variantes salir hacia afuera o salir para afuera—, volver a repetir, volver a reanudar o volver atrás.

No obstante, el fenómeno de la redundancia no solo se da en verbos. Es más, se podría decir que hay más sintagmas nominales redundantes que sintagmas verbales que lo sean. Porque, ¿quién no ha oído a alguien decir Yo, personalmente… antes de emitir una opinión? ¿A quién no le han dicho, alguna vez, que se callara la boca? ¿Quién no tiene en mente un proyecto de futuro? ¿Quién no ha escuchado nunca un falso pretexto? Aún no ha llegado el día en el que nos callemos otra cosa que no sea la boca, del mismo modo que los proyectos siempre son de futuro y no de pasado. Tampoco se ha descubierto algún pretexto verdadero o que no haya sido simulado. No crean que estos ejemplos son propios únicamente del lenguaje oral. Aquí van algunos ejemplos:

Este ambicioso proyecto de futuro supondrá para Volvo una inversión global de 1,7 billones de pesetas en los próximos diez años (El Mundo, 12/09/1995, CREA).

Vamos, déjalo ya, con eso no adelantas nada, calla la boca (Miguel Delibes, La hoja Roja, 1986, CREA).

Me había llevado ahí con el falso pretexto de «revivir» nuestro matrimonio (Egon Wolff, Kindergarten, 1977, CREA).

Hay muchas más expresiones que ponen de manifiesto el circunloquio del que alardeamos a la hora de hablar. A menudo nos referimos al campus de la universidad sin saber que, en realidad, la propia definición de campus es ‘conjunto de terrenos y edificios pertenecientes a una universidad’. Lo mismo ocurre con la expresión lapso de tiempo, pues los lapsos siempre hacen referencia al tiempo. También se suele decir que algo es o fue una sorpresa inesperada¿a quién le sorprende una sorpresa (valga la redundancia) esperada?—, de la misma forma que se habla del resultado final de un partido de fútbol o de valorar positivamente el restaurante en el que se cenó la noche anterior.

Formas redundantes en pronombres

La redundancia también está presente en el sistema pronominal de nuestra lengua. Los pronombres conmigo, contigo y consigo están formados de manera redundante, puesto que en latín, las formas mecum, tecum y secum expresan lo mismo que en castellano. Sin embargo, a estos pronombres se les añadió la preposición cum (cum + tecum > contigo; cum + mecum > conmigo; cum + secum > consigo). Además, como apunta Ignacio Bosque (ibíd.), «la redundancia en el sistema pronominal nos permite expresar en otros casos las relaciones de énfasis» (p. 27). Esto se ve, por ejemplo, en la oración A mí me gusta, en la que aparecen duplicados los pronombres —i. e., la forma tónica (mí) y la forma átona (me)—. Con estos ejemplos se puede entender que, en efecto, la redundancia está relacionada con el énfasis —como se ve también en la expresión sí mismo, formada por un pronombre reflexivo y un adjetivo (mismo) que enfatiza su reflexividad—.

Resumiendo brevemente, puede que la redundancia no sea un vicio del idioma, sino un mecanismo propio de las lenguas que puede servir como recurso estético —el pleonasmo— o como recurso sintáctico, como se ha visto líneas atrás.

Referencias bibliográficas:

Bosque, I. (2004). Sobre la redundancia y las formas de interpretarla. En P. Benítez y R. Romero (coords.), Actas del I Simposio de Didáctica del Español para Extranjeros [Archivo de ordenador] : teoría y práctica : Río de Janeiro, 25 y 26 de junio de 2004. Madrid: Instituto Cervantes. 

Real Academia Española: Banco de datos (CREA) [en línea]. Corpus de referencia del español actual. <http://www.rae.es>.

Real Academia Española (2014). Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa.