Leon Hunter

Tarifas de traducción bajas: causas y consecuencias

Tarifas de traducción bajas: causas y consecuencias

Tarifas bajas

Las tarifas de traducción siempre han sido bajas por muchos motivos. Entre otras, encontramos la poca consideración social de la traducción, la compatibilización de la traducción con otras actividades… A veces se cita también la feminización como motivo, aunque pueden existir muchas opiniones al respecto…
En cualquier caso, todos coinciden en que las tarifas son bajas en países como España y han bajado aún más desde la crisis de 2009 y, en particular, tras la de 2012.

Salarios bajos en la OCDE

En un reciente informe de la OCDE se destaca que, en general, existe una alta incidencia de salarios bajos en la OCDE.
Una de las preocupaciones actuales de los economistas es que el hecho de que aumente la demanda (es decir, hay más gente empleada) pero esto no está incidiendo sustancialmente sobre el aumento de los salarios. No es un problema que afecte únicamente al sur de Europa ya que en países como el Reino Unido ha bajado el desempleo hasta el 4 % sin que se registre un aumento de salarios en consonancia el nivel de ocupación.

Tendencias de empleo en la OCDE

Fuente: OECD (2018), OECD Employment Outlook 2018, OECD Publishing, Paris. Enlace: https://doi.org/10.1787/empl_outlook-2018-en.

Volviendo al tema de la traducción, estamos viendo lo mismo, que altos niveles de demanda no se traducen en un aumento de precios y es una tendencia preocupante.

En el mercado de la traducción hay que destacar que en la comercialización se venden las traducciones como una labor de poca cualificación.

Por ejemplo, un tópico frecuentemente repetido es que es suficiente con ser nativo en el idioma de que se trate, cuando hay muchos más factores como la experiencia o la especialización en determinados campos que o bien no forman parte del cálculo del precio o bien se tienen escasísimamente en cuenta.

Desgranando motivos, destaco algunos puntos que inciden en la existencia de precios bajos:

— Por la comercialización basada en objetivos o en lo más barato. Porque puede ser que una comercialización se fundamente en el objetivo de escribir a cuántas más personas mejor o de pedir muchos presupuestos. Existe un cierto contagio de plataformas y buscadores que se han creado con este fin y — en principio — puede parecer una estrategia económicamente inteligente. Sin embargo, en una labor profesional resulta denigrante y, a la vez, genera problemas por el coste en tiempo y dinero de dar presupuestos.

Además, estas políticas las diseñan desde la gestión con un raciocinio económico, pero la aplicación muchas veces dista de lo racional porque los encargados de aplicar estas políticas son empleados que no entienden muy bien qué quieren conseguir (aparte de se sienten muy presionados) y/o son personas de escasa edad y poca experiencia.

Aunque se aplicara correctamente esta estrategia de petición de presupuestos, contribuye al siguiente problema del que vamos a hablar (que es un problema importante en el mercado de la traducción) y es la opacidad.

— Por la falta de transparencia. La falta de transparencia existe en el momento en el que los proveedores desconocemos los precios de las personas que compiten con nosotros. Este problema ya lo definió el economista recientemente fallecido James Mirrlees en su trabajo sobre información asimétrica (que trataba de la tributación y que le llevó a ganar un premio Nobel).

La información asimétrica se da cuando una de las partes tiene mucha información y la otra no la tiene. Por ejemplo, en una operación de venta de una vivienda, el vendedor de la vivienda tiene mucha más información sobre la vivienda que el comprador.

En la traducción pasa que los proveedores no tenemos información sobre los precios de otros proveedores y esto muchas veces nos perjudica.

En finanzas, los mercados regulados, por ejemplo, son mercados transparentes (a veces existe una obligación de publicar las ofertas y los precios de compra y venta antes y después de que se realicen las transacciones, lo que se denomina “pre- and post-trade transparency”). En otras ocasiones, solo se publican las transacciones a toro pasado y se informa de las transacciones finalmente realizadas (post-trade transparency).

Sin embargo, existen otros mercados que llaman dark pools. En este tipo de mercados no existe información previa sobre los precios a los que se compra y se vende. Son mercados que les interesan a los partícipes más grandes y que cuentan con más información, que son los que se benefician más de la opacidad.

A los traductores nos pasa tres cuartas partes de lo mismo: cada vez que enviamos una oferta no sabemos qué otras ofertas se están enviando ni a qué precios y, por tanto, no disfrutamos de la ventaja de lo que llaman — también en términos financieros — “price discovery”.

Vamos totalmente a ciegas a hundirnos en la tenebrosa dark pool.

La central de compras (ya sea una agencia o una empresa) es la que tiene toda la información de qué cobra cada uno. Por tanto, si recibimos una respuesta improcedente (que a veces ocurre) desconocemos muchas veces si era porque era muy caro, porque era muy barato, porque la persona era improcedente en general, etc.

Una manera de solucionarlo lógicamente sería informar (verídicamente) de los precios que están ofertando y los precios a los que finalmente se contrata.

— Por la distancia y la deshumanización de las personas. Se convierte a las personas en objetos deshumanizados. Pero una persona no es un buscador de vuelos ni un robot y tiene sentimientos. Además, tiene una organización vital de su trabajo, sus deberes cotidianos, etc.

Un bombardeo de constantes peticiones de presupuestos es desesperante para cualquiera, porque puede ser que pierda todo el día y no gane nada.

Uno de los problemas también es que las empresas que adoptan este tipo de estrategias no tienen en consideración que los proveedores también somos empresas y que, por tanto, también tenemos intereses económicos (igual de acuciantes o incluso más que las suyas) y que podemos adoptar estrategias para eliminar a clientes poco rentables, molestos, o ambas cosas.

Por último, no siempre es un problema de dinero en sentido estricto sino que es una mezcla de conseguir objetivos marcados a cualquier costa por la dirección pero que – en fase de ejecución – se llevan a cabo por unas personas inexpertas y — por qué no vamos a decirlo — bastante torpes.

— Por la falta de movilización. Pienso que muchos traductores son personas muy perfeccionistas que tienden a aislarse. Pese a ser personas muy inteligentes y con capacidades de comunicación y análisis por encima de la media, su talón de Aquiles son las relaciones sociales.

Y la falta de movilización redunda en la mala remuneración ya que no se reclama ni se denuncia lo suficiente.

Puede que pensemos (me incluyo) que el gobierno o los poderes fácticos van a solucionarnos la vida. Sin embargo, recientemente leí una frase (en un número del BOE) que resume la actitud de cualquier gobierno ante la intervención:

En principio, la existencia de ineficiencias en un mercado de bienes y servicios constituye un asunto estrictamente privado, cuya solución incumbe a los agentes que operan en el mismo. Cualquier intervención pública debe tener carácter excepcional.”

Por tanto, entiendo que nos incumbe una mayor movilización, ya que existen multitud de casos que se denuncian… Lamentablemente los canales elegidos suelen estar en alguna red social o comentarios en petit comité y rara vez se denuncia nada de manera oficial.

Otro ejemplo de lo que podríamos llamar “movilización” que me ha llamado la atención estos días es una grandísima disputa en el Senado y en el Congreso en torno a una empresa naviera de 6 mil trabajadores. Podríamos pensar que son muchos, pero son bastantes menos que los traductores autónomos en España. Son muchos menos que los taxistas y son muchos menos que los trabajadores de casi cualquier profesión que quieras nombrar. Y, desde luego, son muchos menos que los trabajadores de las 1.800.000 empresas que se estima que han cerrado durante la crisis.

No obstante, sí que han conseguido estar en primera línea del debate político. Hasta cierto punto uno se plantea cómo es posible que una empresa consiga tanta publicidad. Son seis mil, es cierto, pero nosotros somos más.

Sin duda, es innegable que las empresas grandes tienen mucha mejor capacidad para agruparse y hacer lobbismo y, por eso, sus reivindicaciones destacan frente a las de la empresa pequeña, aun siendo más numerosa. Porque no somos capaces de unirnos de ninguna manera y de hacer bulto.

Algunas consecuencias de los bajos precios

La falta de progresión en las carreras profesionales

Esto tiene que ver bastante con la forma en la que se contrata, que se basa en precios y plazo y no en criterios de calidad. Aunque la agencia o intermediario presuma de criterios de calidad en realidad por encima de ellos está la empresa u organismo que contrata, que no tiene en cuenta esos criterios.

Así, recientemente una traductora joven – que decía estar desbordada de trabajo – escribió a muchos traductores jurados. Luego se sorprendía de los precios – más bajos o más altos – según los casos.

Una afirmación interesante que hizo fue que: “hay gente que lleva trabajando 20 años y cobra lo mismo que yo, que llevo un año”.

En realidad el proceso ha sido que estos traductores más económicos han recibido más ofertas porque tras ir a los más caros, finalmente se ha desviado a estas personas la demanda.

Por tanto, si se ha desplazado la demanda de las traducciones juradas a gente que lleva un año y cobra uno o dos céntimos menos, los que llevan 20 también se van a ver obligados a ajustar tarde o temprano porque trabajan en el mismo mercado.

Pienso que en este caso los precios van a tender a la media a la larga, es decir, que existirá un precio de 5 y uno de 10 y a la larga se van a encontrar en 7,5… Pero, en este caso, si son mucho más numerosas las personas que cobran 5 que las que cobran 10, la media va a ser más baja e igual nos encontramos en 6 o en 6,5 y no en 7,5 ni en 8… Mi opinión es que algo parecido está ocurriendo, por ejemplo, en la OCDE, donde los países más pobres con salarios más bajos están arrastrando también a los más ricos y existe una brecha y lo que llaman un “arbitraje”.

EJEMPLO DE ARBITRAJE: Pongamos que en Estados Unidos los coches de la marca ACME FULANO valen 20.000 $ y en México cuestan 10.000 $. Entonces, muchos “gringos” cruzan la frontera a comprar ACME FULANOS porque les sale a cuenta y hay una oportunidad de arbitraje.
Los concesionarios de ACME en Jalisco están desbordados con los pedidos de FULANOS y suben el precio a 15.000 $. Mientras tanto, en Detroit ven bajar las ventas sustancialmente y van bajando el precio… Primero a 18.000 $, luego a 17.500 $… Finalmente llega el Black Friday y ponen el ACME FULANO a 15.000 $. Al final de la historia los dos precios se encuentran.

Si esto es así y se van a nivelar los salarios de todos, significa que los salarios en países ricos van a caer mucho más al acercarse a la media de los pobres.

A lo mejor son ejemplos muy simplones y ante los que refunfuñaría algún experto en estadística pero si en Inglaterra un médico cobra 5.000 euros al mes y en España son 2.000, se planta en Inglaterra la médica española ofertando 3.000 (que para ella es buen trato, pero que está por debajo de la media del otro mercado) y arrastra también la media inglesa hacia abajo. De tal forma que, a la larga, descienden los precios y salarios en todas partes.

Aquí se generan dos trampas: por una parte la trampa de que bajando el precio no necesariamente se va a poder subir luego. Como hemos visto en el informe de la OCDE al principio, los salarios han bajado y además, se han estancado, y no está influyendo el aumento de la demanda.

En este contexto, de verse una persona con este nivel de precios desbordada, al estar también tan pillada de precio, no puede contar con nadie externo porque o cobran lo mismo o cobran más que ella, por tanto, tiene un techo marcado en lo que ella pueda asumir. El techo no solo es económico, sino que es psicológico, porque se puede generar una sensación de atrapamiento.

La desmotivación económica

La verdad es que entre The Economist y la OCDE parecen perdidos en cuanto a la correlación entre bajos salarios y baja productividad.
A continuación, ofrezco dos frases de The Economist (7 al 14 de septiembre de 2018) y una explicación:


“… labour force participation by prime-age adults remains below the pre-crisis level, and wage growth is weak…” (The Economist pág. 70. Edición del 7 al 14 de septiembre de 2018).

Few Britons are out of work altogether, but 8% say they would like to work more hours than they do, a higher share than before the financial crisis. A delivery driver, for instance, might want more errands than he is offered.” (pág. 25).

La explicación es que los bajos precios desmotivan a los adultos en la flor de la vida (“in their prime”) y que ante ofertas irrisorias que cuestan más dinero (en impuestos y gastos) de lo que producen, se desmotivan y se quedan en casa. No obstante, sí que afirman que les gustaría trabajar más (siempre que la oferta merezca la pena).

También en este punto (y ya que he mencionado los impuestos) el economista que citaba al principio del artículo (James Mirrlees) estudió la imposición óptima, es decir, el punto en el que una tributación excesiva empieza a distorsionar el comportamiento individual. Es el punto en el que los trabajadores más productivos dejan de trabajar porque ganar más les supone pagar una tributación más alta y no les compensa.

Niveles decrecientes de ética: porque las decisiones éticas no necesariamente son rentables

Pues no, no son rentables. Por eso, implementar políticas éticas es muy difícil en cualquier sector, pero las consecuencias de la poca ética las estamos viendo, por ejemplo, en el sector bancario: la intervención, la reglamentación de absolutamente todo punto por punto, una cantidad infumable de Directivas y Reglamentos y de Organismos Supervisores, la desmembración de muchos bancos en partes más pequeñas o la liquidación de ramas de actividad y de activos…

Y, lo más importante, la poca confianza que deviene en que no se contrate nada o casi nada, en unos mercados estancados, en la mala imagen de las empresas y de su personal…

El sector de la traducción es improbable que sea objeto de una intervención estatal pero la falta de ética significa que se pierden clientes, se pierden proveedores, se pierden (a veces) trabajadores… Por último, la mala reputación nos afecta a todos si devalúa los servicios, su remuneración y su prestigio.

En este punto mi opinión es que a la larga la ética sí que es rentable y, es más, supone un elemento realmente diferenciador.