Leon Hunter

Nueva generación de traductores: entrevista a Pau Gros

Pau Gros

Pau Gros

Pau Gros tiene 24 años y es de un pueblo de la Costa Brava, Llançà, aunque vive en Barcelona. Licenciado en TeI por la UAB hace un par de años, el año pasado también realizó el Posgrado de Traducción Jurídica y a día de hoy trabaja como traductor autónomo. Como podéis comprobar, y a pesar de su juventud, Pau cuenta con cierta andadura, pero también leeréis a continuación que todavía hay varios interrogantes y desafíos a los que enfrentarse. O más que enfrentarse, «abrazarse» quizás sea la palabra adecuada.

¿Ya te has centrado en una especialidad? Sí es así, ¿Estás satisfecho/a o te planteas cambiar próximamente? ¿Cuáles son tus lenguas? ¿Por qué las elegiste?

Soy traductor del inglés y el francés al catalán y al castellano. Tanto con el catalán como con el castellano, digamos que no los escogí yo, sino mis padres en cuanto vieron que el niño estaba ya ansioso por empezar a hablar, y esas dos les quedaban más a mano. En cuanto al inglés y al francés, ambas las aprendí en el instituto, y una vez matriculado en la universidad, tampoco me planteé demasiado si me apetecía elegir otras; quizás porque cuando uno tiene 14-15 años (eso nos pasa a muchos) todo se vive y se aprende de manera muy intensa, y hubo algo en ellas que me atrajo y me propuse mejorarlas tanto como pudiera. En todo caso, estoy muy contento con mi elección.

En cuanto a la especialización, aunque a día de hoy dedico el 80 % de mi tiempo a trabajar como traductor y localizador para un único cliente, no quiero ni me atrevo a decir que estoy especializado en un campo en concreto. De hecho, mi gran problema (o ventaja, según se mire) durante toda la carrera fue precisamente que me gustaban infinidad de campos; me gusta mucho la traducción jurídica, recibo bastantes encargos de traducción jurada (soy traductor jurado EN<>CA) y por eso decidí cursar el posgrado, del que estoy muy satisfecho; sin embargo, durante un tiempo estaba indeciso entre la traducción jurídica y la científico-técnica, por lo que había las mismas probabilidades que me decantara por el de médico-sanitaria a distancia de la UJI. Yo voy a ser de esos señores de setenta años que se matriculan a filosofía o a historia del arte por gusto, eso lo tengo clarísimo, pero creo que por ahora todo lo que desee aprender (con un poco de suerte) lo podré aprender trabajando, que además es la manera más efectiva de hacerlo.

Aún así, si alguien me chincha un poco, acabaré por confesar que mi verdadera pasión hace ya tiempo que es la literatura, así que sigo devorando libros y pensando: «Llegará el día en que te dedicarás exclusivamente de traducir tus autores preferidos”. ¿Poco realista? Quién sabe, la cuestión es que no voy a cejar en mi empeño. Estoy muy contento, porque ya puedo decir que he dado el primer paso: he traducido mi primer libro, que saldrá publicado en unos meses, y es algo que no hubiera creído posible hace un año. En resumen: siempre he creído que la traducción es la profesión perfecta para aquellos a quienes les fascina aprender constantemente (y saben que «ti nunca lleva tilde»). Así que, sí, en cierto modo, sí: entra en mis planes cambiar mi especialización tantas veces como sea posible a lo largo de mi vida, porque eso significará que no he dejado ni un solo día de aprender cosas nuevas.

¿Cómo ves el presente y el futuro de la profesión? ¿Cuáles son tus expectativas? ¿Eres optimista?

Supongo que sí soy optimista. Por mi experiencia, la situación de la profesión hoy en día es complicada, pero lo mismo ocurre con el resto de profesiones. Si pensamos en la situación para los que, como yo, todavía estamos empezando, mi pregunta es: ¿qué joven de veintipocos años lo tiene fácil para encontrar trabajo? De hecho, me atrevería a decir que, comparativamente, puede que incluso haya más oportunidades de salir adelante en la traducción dado que nuestro mercado es el mundo, y eso es algo que va bien recordar. Y el futuro lo veo mejor, como siempre se tienen que ver las situaciones venideras.

¿Te has planteado irte fuera a trabajar? ¿Cómo opción o por obligación?

Recuerdo una gran profesora de traducción jurídica de la universidad que siempre nos decía: «¿Qué necesitáis para empezar a trabajar como traductores? Un ordenador, buena conexión a internet, una buena silla y ganas.» Y las primeras dos cosas las tenemos desde casi siempre, la tercera empieza a ser urgente cuando sufres tu primer ataque de ciática, y la última, creo yo, tiene que estar presente desde el primer hasta el último día. Así que, volviendo a la pregunta, me he planteado irme a trabajar fuera, pero por gusto. Una de las ventajas de mi actual situación laboral es que sólo necesito esas cuatro cosas para trabajar, y las puedo tener en mi casa, en Dublín, en Fez o en las Islas Caimán.

¿Usas mucho las redes sociales en relación con el ámbito de la traducción?

Mucho no, pero sí lo suficiente. Uso Facebook (con mis amigos) y Twitter para enterarme de las novedades de traducción y aportar mi pequeño grano de arena, aunque también para seguir a aquellos que hablan de cosas que me interesan y que usan 140 caracteres para aportar algo ingenioso al mundo. También tengo un blog, de esos que no lee casi nadie, pero que cuido con mimo e ilusión. De hecho, en él he publicado estas últimas semanas una serie de entrevistas a mis (ex)compañeros de facultad tratando precisamente el mismo tema de estas entrevistas, es decir, a qué se dedican, cuáles son sus planes de futuro y sus opiniones sobre la situación del sector.

Las redes sociales pueden (y deben) ser nuestro aliado como profesionales, y si alguien se da cuenta que no es así, mi consejo es que se alejen, al menos temporalmente, de ellas. Usadas con un objetivo razonable y bien enfocado, pueden abrirnos las puertas a mundos que de otra manera nos parecerían inalcanzables, y nos pueden dar a conocer de manera fácil y cómoda. Aunque, eso sí, no hay nada más enriquecedor, estimulante y efectivo como la red social 1.0, la de toda la vida, la de relacionarte con otros profesionales por medio de eventos, asociaciones y amistades. Esa no puede fallar nunca.

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