Leon Hunter

¿Por qué la arroba no es un signo lingüístico?

¿Por qué la arroba no es un signo lingüístico?

¿Por qué la arroba no es un signo lingüístico?

Hoy en día es frecuente, en determinados ámbitos, leer enunciados como l@s niñ@s juegan content@s en el parque o Estáis todxs invitadxs a la fiesta. Para defender el uso de estos «intrusos» —i. e., la arroba como signo lingüístico y la x como morfema flexivo de género— se alega que se utilizan en favor de la igualdad, la visibilidad y el lenguaje inclusivo. No es esa la cuestión principal de estas líneas, aunque sí es preciso explicar por qué se utiliza la arroba y no otro signo cualquiera, y cuál es la polémica que esto puede suscitar.

Origen y uso actual

Hoy en día, la arroba es un signo protagónico en el mundo de la informática, pues es el símbolo que aparece en las direcciones de correo electrónico antes del nombre del dominio. También se utiliza en algunas redes sociales —como en Twitter— para indicar el nombre de un usuario. Sin embargo, estos usos no son, ni de lejos, los que tenía antaño tal símbolo.

La arroba, en su origen, era una unidad de medida, como afirman Corominas y Pascual (1984): «’peso equivalente a la 4.ª parte de un quintal’, de rúba, pronunciación hispanoárabe del ár. rub ‘cuarta parte’ (derivado de arba ‘cuatro’)» (p. 357). El documento más antiguo que recoge este signo data del año 1448, y está guardado en el Archivo Provincial de Zaragoza .

Hasta este punto se podría haber respondido ya a la pregunta que encabeza el artículo: la arroba no es un signo lingüístico, sino extralingüístico o no alfabetizable. Es, por así decirlo, semejante a otros como ® —¿se imaginan poner este símbolo como sustituto de la r y el dígrafo rr para que no se sientan discriminados quienes tienen dislalia?—, © o €.  Es decir, se hace uso de un símbolo ajeno al alfabeto para no desdoblar a la hora de aludir a ambos sexos y evitar el masculino genérico. Así queda recogido en el Diccionario Panhispánico de Dudas (2005):

Debe tenerse en cuenta que la arroba no es un signo lingüístico y, por ello, su uso en estos casos es inadmisible desde el punto de vista normativo; a esto se añade la imposibilidad de aplicar esta fórmula integradora en muchos casos sin dar lugar a graves inconsistencias, como ocurre en *Día del niñ@, donde la contracción del solo es válida para el masculino niño.

Lectura del símbolo

La lectura de este símbolo genera también ciertos problemas, como ocurre con el ejemplo recogido en la cita. De este modo, el sintagma Día del niñ@ debería leerse dos veces: «día del niño» y «día del niña» (sic). Como se puede apreciar, surge el problema con la contracción de la preposición y el artículo. Una solución que, por intentar fomentar la economía del lenguaje —decir más con menos palabras— da lugar a todo lo contrario.

Algo semejante ocurre cuando aparecen sintagmas como L@s profesor@s, donde se podría leer de muchas maneras: «los profesoros», «las profesoras», etc. Aunque habría que sobreentender que ahí pone «los profesores y las profesoras». Entonces cabría especificar que la arroba no siempre se pronuncia como una a o una o, sino que también puede pronunciarse como una e si así lo exige el plural de la palabra masculina —como en profesor@s, chaval@s o ladron@s—.

Otras cuestiones problemáticas

Una vez aclarado que la arroba puede leerse ora como una a, ora como una o e, incluso, como una e, conviene señalar otra lectura que puede tener este signo: ninguna. Es lo que ocurre con los singulares de los términos anteriormente señalados. Así pues, el término profesor@ debe leerse «profesor» y «profesora», y no «profesoro» y «profesora», como sí ocurre con «niño» y «niña».

Resulta evidente que las cuestiones fonéticas quedan al margen a la hora de utilizar tal símbolo, pues el objetivo es otro muy diferente: evidenciar que no se usa el masculino genérico como género no marcado, pues de ese modo —arguyen desde ciertos sectores— se visualizan a ambos sexos. Lo siguiente será, siguiendo tal lógica, hablar de turist@s, atlet@s o pilot@s, por mucho que todos estos vocablos sean comunes en cuanto al género. Lo mismo aplicado a los epicenos: víctim@, tortug@ o cocodril@. ¿Por qué no?

Además, el español es una lengua que, por lo general, establece una relación entre sonido y letra. Es decir, que a cada letra le suele corresponder siempre un sonido —aunque hay excepciones—. Con la introducción de la arroba como signo alfabetizable se estaría generando una letra a la que le corresponden varios fonemas muy diferentes: /a/, /o/, /e/.

Porque, como ya se ha visto, la arroba de niñ@s no representa los mismos fonemas que la de chaval@s o la de profesor@; este último ejemplo supondría, por consiguiente, que tendríamos una letra en el alfabeto que puede no pronunciarse aunque esté escrita, lo cual pondría de manifiesto que se solapa con el llamado cero fónico (ø).

Otro problema surge, además, con las búsquedas en Internet de palabras que contienen este signo, como profesor@s o tod@s. Al no tratarse de un signo ortográfico, el motor de búsqueda no identifica una letra, sino otro carácter, de tal forma que una búsqueda de «profesor@s» dará resultados como «profesor s», y lo mismo con «tod@s»: «tod’s» o «tod s».

En resumen, se puede afirmar que hay una serie de razones gramaticales y ortográficas por las que acuñar la arroba como signo alfabetizable no es pertinente. Como se ha señalado líneas atrás, no lo es porque no se trata de un signo lingüístico, sino extralingüístico. Para establecer un símil, sería como utilizar el símbolo € como sustituto de la e. La otra razón de peso se encuentra en la fonética, pues ya se han visto los diferentes contextos en los que se pueden encontrar arrobas. Sería esta, por tanto, la primera letra del alfabeto que estuviera asociada a tres fonemas vocálicos diferentes. Al final, si su uso se reduce a una cuestión de economía lingüística —es decir, para evitar los largos desdoblamientos mediante el uso de arrobas—, habrá que pensar en las repercusiones que eso pueda tener en la ortografía y la fonética de la lengua española.

Referencias bibliográficas:

Corominas, J. y Pascual, J.A. (1984). Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos.

Lapesa, R. (2005). Historia de la lengua española. Madrid: Gredos.

Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2005). Diccionario panhispánico de dudas. Madrid: Santillana.

Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2009). Nueva gramática de la lengua española. Morfología y sintaxis. Madrid: Espasa.