Leon Hunter

Las tarifas mínimas: cómo ser jurado y no arruinarse en el intento (I)

tarifas mínimas de traducción para traductores autónomos

tarifas mínimas de traducción para traductores autónomos

Fastidiará a los clientes pero en traducción jurada existen unas tarifas mínimas y es por algo: el tiempo de gestión que consumen las juradas es, frecuentemente, muy superior al que exigen las traducciones simples.

Pensemos en la traducción jurada como un proceso: desde la primera consulta del cliente hasta la entrega de la traducción es todo tiempo y dinero.

¿Qué tareas hay que hacer?

Responder a los primeros emails del cliente con consultas y dudas;

Dar el presupuesto haciendo el recuento de palabras del encargo – hacer la conversión del PDF a Word (pesadilla), etc.;

Hacer la jurada, imprimirla y sellarla;

Quedar con el cliente para la recogida;

Esperar al cliente el día de la recogida;

Facturar el encargo;

Hacer copias posteriores, responder preguntas, etc.

Y todas esas tareas (y no solo la traducción en sí misma) es lo que justifica el cobro de tarifas mínimas por encargo o proyecto o documento. Dado que el trabajo no consiste solo en las «tres líneas» de la traducción sino que hay otras tareas ineludibles alrededor. En la lista anterior de tareas propias del proyecto de traducción, tampoco se incluye el cumplimiento de obligaciones tributarias, legales, etc. (como contabilizar la factura y declarar el importe de la misma), que también es un coste de tiempo de gestión muy considerable en una PYME o para un autónomo.

¿Cuánto tiempo puede consumir?

Son muy optimistas muchas de las tarifas mínimas en traducción jurada (a veces vemos tarifas de 20 euros, de 30 euros…) teniendo en cuenta el tiempo que consumen todos los procesos anteriores.

No es infrecuente que entre en el correo y vea esto:

No tiene nada de excepcional pero el 21 es de 21 correos electrónicos… Lo que quiere decir que ha habido un tiempo de gestión (que por supuesto es un *derecho* del cliente que no le podemos negar) y eso también es parte del proceso y por eso se cobran las tarifas mínimas: no para cobrar de más, sino como reflejo del tiempo que nos lleva la traducción (la traducción en sí misma, el envío, la atención, la facturación, etc.).

Es equivocado, por tanto, cualquier argumento de «son tres líneas» o «te lleva dos minutos» cuando luego hay 21, 22 o 30 correos electrónicos sobre la traducción o te has pasado una mañana en pijama esperando a que viniera el mensajero sin poder salir de casa a desayunar o ducharte (por si llaman).

Evidentemente, no son solo dos minutos lo que te ha llevado y por eso se cobran las tarifas mínimas en todo tipo de profesiones.

¿Y hay gente que no cobre tarifas mínimas?

Lógicamente – como estamos en un mercado libre cada uno puede hacer lo que le parezca en cada momento. Puede haber gente que elija no cobrar tarifas mínimas como parte de alguna promoción o estrategia de gancho con el objetivo de conseguir más clientes o de lanzar algún tipo de promoción. Luego tendrán que analizar los resultados de estas estrategias y ver si han ganado o han perdido y si el objetivo previsto se ha cumplido. Evidentemente, si han perdido, no tiene sentido comercial y puede ser inviable ya que, como mínimo, tendrán que cubrir sus gastos para seguir prestando el servicio.

Pongamos que sean tres palabras y se cobren a 0,10 = 0,30 céntimos. Desde el momento de la impresión ya han perdido dinero porque el papel timbrado cuesta 0,03 por hoja, el cartucho de tinta cuesta 20, 30 o 50… Y el tiempo de trabajo no es gratis. Si ya nos ponemos a pagar a un gestor por contabilizar la factura y/o hay que hacer el envío de la jurada, pues ya no es que no hayamos ganado, sino que hemos perdido 20, 30, 50 euros o las horas y gastos que hayamos incurrido.

Si tenemos la mala suerte de que el cliente es moroso: pues peor todavía porque habrá que adelantar impuestos que no nos pagan y gastar en recuperar el importe de la factura.

Por eso, al final, y de no existir ninguna ventaja clara (como promoción, gancho, como servicio adicional a clientes buenos, como medio de asegurarse un volumen…) el hecho de no cobrar las tarifas mínimas es un poco «misión suicida» para un pequeño autónomo.

El servicio se cobra y se nota

Ayer por la tarde estuve tomando un café con un cliente que era de esos de «tarifa mínima» (y no eran 20 euros). De hecho, me invitó él porque ya habían estado otro día aquí ese cliente y su mujer y nos habíamos pasado un buen rato hablando de unas cosas y otras… Y es una alegría tener ese tiempo para dedicarle a los clientes y conversar con ellos y no estar trabajando como en una fábrica con producción en serie.

Si hubiera estado cobrando 20 euros igual les hubiera tenido que echar a la calle bruscamente porque tendría a los clientes «back to back», uno tras de otro y no tendría ni tiempo… Sí, la verdad es que me ha ocurrido eso mismo de tener tres / cuatro clientes en un día todos los días a tarifas muy bajas y era un horror (para ellos y para mí) porque, además, se acumula el cansancio y llegan los errores, los malos entendidos (Ay, ¿que había pedido una copia? – Perdone, no me he dado cuenta) (¿Ay, que esto no era para traducir? – Perdone, pero he estado tan liado que no me he dado cuenta) y así sucesivamente.

Vamos, que equivocarnos nos podemos equivocar todos cobrando mucho o cobrando poco pero cobrando poco se multiplican las posibilidades porque estamos exhaustos.

A las agencias tampoco les conviene

Aunque piensen que sí, a las agencias tampoco les conviene bajar las tarifas mínimas. Si cobran un porcentaje sobre la traducción, cuanto más bajo sea el porcentaje, menos les interesará esa traducción. En el caso de las agencias (además – y lo sé por experiencia) el coste de tener a una persona en plantilla es tremebundo y más si están «perdiendo el tiempo» con encargos que no reportan ninguna rentabilidad a la empresa. Para cualquier empresario es desesperante ver a la plantilla trabajando y gastando horas en proyectos que en los que la empresa — muy literalmente — pierde dinero.

Por tanto, cada vez que entro en Google o que me salen anuncios en la red de contenidos (de esos que te persiguen vayas donde vayas) y veo esto:

Me llevo una sorpresa: Es todo barato, urgente… Por 20 euros, en 24 horas… Y estamos hablando de agencias que se supone que tienen mensajeros por medio (que van de casa del traductor a la agencia, como mínimo). No me da mucha confianza tampoco la ortografía de los anuncios (como cliente) aunque supongo que gran parte de los clientes ni se fijan en eso…

El valor del asesoramiento

Ser posible que sea todo fenomenal, pues a lo mejor es posible…

Pero yo he ganado muchos clientes diciendo la verdad, informando bien de los pasos a seguir (por ejemplo, porque la conozco, porque me lo han contado otros clientes o porque he escrito algún artículo sobre el tema) y también explicando muy bien qué cosas hay que traducir y cuáles no y qué documentos se suelen pedir jurados y no jurados (a veces con una simple es suficiente y no hace falta jurada…). Si son organismos que conozco, les puedo informar directamente por la experiencia de años y de otros clientes (por ejemplo, los típicos profesores o médicos que se van al extranjero a algún país en el que haya tenido ya clientes, etc.). Otras veces, les pido que me copien y peguen el texto de la página web donde piden la traducción jurada para saber qué tipo de traducción piden y de qué documentos (no te pienses que el cliente lo entiende, porque frecuentemente NO lo entiende…).

En cualquier caso, desde que dejé de tener gente contratada como traductora y me dedico otra vez en solitario (o casi en solitario) a la traducción jurada, sí que me suelo tomar bastantes molestias para tratar con los clientes uno a uno y de persona a persona. Y a veces vienen a las 5 a recoger la traducción y a las 6 y media están todavía en el despacho hablando. Porque se nos va la tarde y entre que les explicas cómo va la traducción y una cosa y otra, te dan las tantas.

Y así es. Dinero no da mucho dinero pero tampoco hace falta bajar a 20 euros y nadie te lo está pidiendo. Créeme. Muchas veces la gente se va contentísima porque ha obtenido una información útil que valía tanto o más que la propia traducción y que las otras personas con las que han hablado no les han sabido responder o resolver… Saber de lo tuyo y estar informado también es un valor para los clientes.

Las traducciones baratas las revisan el doble

Por último, como conté ya en otro post (no me acuerdo cuándo) cuando se cobra algo muy barato (yo lo hice en una ocasión cuando puse un anuncio en un portal de ofertas) los clientes desconfían y lo miran el doble. Miran con lupa (en general) las traducciones juradas y ya estamos acostumbrados a tener que pasar todo por un segundo revisor porque, de lo contrario, siempre te sacan algo. Pero, si además, es asombrosamente barato lo miran el doble o el triple. Y si resultan que encuentran un 2 en vez de un 3 o un nombre mal escrito (que igual ni era culpa tuya porque se veía mal en el documento escaneado) pues ten por seguro que te va a tocar reenviarla deprisa y corriendo y los 20 euros esos maravillosos que te iban a pagar por la jurada «urgente y barata» ya los has perdido… Puede que hasta te cueste dinero a ti y que sea «pagar por trabajar».

Como ya me voy por las ramas, voy a resumir en unos puntos mis ideas:

Las traducciones baratas no necesariamente las valoran y tampoco te da tiempo a dar al cliente calidad (no solo en la traducción sino en todo el servicio que lo rodea, que incluye también la atención y el asesoramiento);

Al estar agotado y cobrando poco la calidad de la traducción se puede resentir considerablemente y te puede ocasionar múltiples problemas (errores, omisiones…);

Es imposible ganar la guerra del más barato – olvídalo. Hay miles que ya lo están intentando.

El argumento de «es barato» es un mal argumento en servicios profesionales y, finalmente, al cliente tampoco le interesa tanto y frecuentemente prefieren gastar más si se fían de ti o te conocen o tienen contigo una buena relación como proveedor (porque saben que les merece la pena gastar ese dinero);

Y, finalmente, para las empresas diré que en todos los negocios vienen vacas flacas o gastos inesperados y – frecuentemente – no tenemos un margen suficiente de maniobra si nos estamos moviendo en rangos muy bajos de tarifas mínimas.

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