Leon Hunter

Traductor, traidor y abogado… ¿mentiroso?

relación traductor abogado

relación traductor abogado

Los traductores y los abogados no nos terminamos de llevar bien y hay muchas críticas en uno y otro bando. Con este post pretendo resumir – con ironía y humor – la relación entre un traductor y un abogado. Al final de la entrada también hay unas reflexiones éticas de calado.

¿Y cuál es el problema entonces? ¿Por qué se llevan mal?

Voy a resumir las principales quejas de los traductores:

Malos plazos: en este sector se trabaja con plazos muy urgentes o plazos récord, y sin previo aviso. Todos se toman su tiempo: el cliente, el abogado, el Notario… Y cuando, finalmente, el trabajo llega al traductor puede ser una de dos cosas: para hoy o para mañana.

Morosidad e impagos: frecuentemente el abogado pide la traducción como si fuera para él mismo cuando es para un cliente del despacho. Luego ni el abogado ni el cliente se hacen cargo del pago de la factura. También son comunes los casos en los que los plazos de pago se alargan.

Entregas en fines de semana: las entregas para abogados siempre son los sábados por la tarde los domingo por la tarde.

Las razones de estos plazos no las acabamos de entender.

Seis mentiras comunes:

Los traductores ya no creemos todo lo que nos cuentan los abogados. Como dicen en inglés: «Once bitten, twice shy» (gato escaldado del agua fría huye). ¿Y qué nos dicen? He resumido las «bolas» más frecuentes:

«Es solo para que lo lea el cliente y no importa si no está muy bien.»

Cuidado: no lo creas y, si dicen que es solo un borrador asegúrate de poner la palabra «borrador» o «draft translation» en algún lugar… Por ejemplo, con una marca de agua en letra a tamaño 48 en el fondo del Word – donde se vea bien clarito – y luego lo conviertes a PDF antes de entregarlo – 😉 para que no puedan borrarlo antes de comparecer en la notaría para la firma o en un juicio con el documento que a ti te habían contado que era «un borrador»… Es broma 🙂 Pero sí es aconsejable que figure la leyenda «borrador» si eso era lo que han pedido.

«Vamos a revisarlo nosotros y luego te ayudamos a corregirlo.»

Ten cuidado: no lo creas y en cualquier caso no es su trabajo revisarlo si te han contratado como profesional independiente… En caso de surgir un problema, el traductor va a tener que asumir todas las culpas.

«Va a revisarlo el cliente y te ayudará con la terminología que te cueste.»

No lo creas. Si no es responsabilidad del abogado revisar el trabajo aún menos lo es del cliente. En caso de que el cliente revise el trabajo, seguramente sea para hacer una crítica funesta y global a toda la traducción para obtener una rebaja o no pagar el trabajo.

«Lo necesitamos el domingo por la tarde/noche para mandárselo al cliente. Nada más recibirlo se lo vamos a mandar al cliente

No es verdad: el domingo por la tarde seguramente estarán jugando al squash, al pádel, al golf… O el deporte que esté de moda. No se van a molestar en leer tu traducción ni se la van a mandar al cliente. Seguramente no contestarán al email que mandes con la traducción o te llegará un mensaje tipo: «Enviado con mi dispositivo @Blackberry o @iPhone de tal de tal» que mandarán del móvil en un descanso del pádel.

(Una traductora me contó que ella a veces les mandaba un archivo de mentirijilla ;), por ejemplo el original sin traducir y que luego seguía revisando por la noche y ya les mandaba la versión buena el lunes por la mañana a primera hora con un mensaje tipo: «Ay, perdona, me he liado y te he adjuntado el original por error, aquí tienes la traducción perfectamente revisada...» y no se daban cuenta, claro, porque el archivo ni lo abrían hasta el lunes por la mañana).

«Va a traducirlo un traductor nativo que trabaja internamente. Y luego solo te hace falta mirarlo un poco por encima antes de jurarlo.»

Cuidado: Seguramente lo traduzcan ellos porque no van a perder tiempo los pocos traductores en plantilla que tengan… Seguramente estarán muy ocupados ya y poco dispuestos a que les cuelen algún trabajo urgente de última hora. Y dado que es jurada, el traductor jurado tiene la responsabilidad total del trabajo y no puede fiarse de que lo que le manden para «revisar y jurar» vaya a ser un trabajo en condiciones. Por eso precisamente la mayoría de los jurados se niegan a hacer este tipo de «chanchullos». Muchos cobran todas las palabras como palabras traducidas incluso en el caso de que el cliente les mande un borrador ya hecho o ya «traducido» (las comillas son a propósito).

«Nada más recibir la traducción te hacemos el ingreso o te hace el ingreso nuestro cliente.»

Ten cuidado: El traductor tiene que tener muy claro a quién va a facturar el trabajo. Y tiene que tener los datos de facturación y la aceptación del presupuesto por parte del cliente para evitar cualquier malentendido posterior. Es muy posible que el cliente del despacho, que ha delegado toda clase de facultades de representación, no esté ni siquiera al tanto de qué documentos se van a traducir. Tampoco sabrá quién lo va a hacer, ni cuánto va a costar. Y tampoco sabrá que no es un servicio incluido por el despacho de abogados en los generosos honorarios que ya les habrá adelantado con la correspondiente provisión de fondos.

¿Qué pueden hacer los traductores para protegerse?

Plazos: Hay que aprender a decir no y no tener miedo a rechazar un trabajo que no puedes hacer. Pide más plazo – igual lo aceptan.

Confirmar las cosas por email: Los abogados son conscientes como nadie de aquello de «verba volant, scripta manent«. Una traductora jurada me dijo que cuando le llamaban de un despacho, decía «sí, sí» a todo y luego, acto seguido, colgaba y les mandaba un email haciéndose la tonta para que se lo repitieran todo por escrito, mandando, incluso, más de un email si en el primero no le confirmaban todo lo que quería saber.

Ver siempre el trabajo antes de aceptarlo: «Es muy fácil«; «Se repiten muchas cosas«; «Son dos documentos exactamente iguales«; «Una parte ya está en [idioma X] traducido«; «Hay muchos números«, etc., etc. … Son frases y argumentos que esgriman para que lo aceptes porque ya saben que es una tarea ingrata y complicada. Y es muy posible que otra persona lo haya rechazado ya. Ten cuidado con aceptar cosas por el móvil cuando te encuentres en la calle y no puedas ver el archivo. Es mejor esperar a que puedas ponerte delante de un ordenador para ver en qué consiste el trabajo.

Confirmar quién va a pagar el trabajo:

Ahora en serio: la falta de pago de un trabajo es un problema muy muy grave 🙁

Como soluciones para este problema, propongo lo siguiente:

Cobrar por adelantado: No te cortes, los abogados piden una provisión de fondos antes de aceptar cualquier trabajo y es lo normal. Pide al menos una parte del valor del trabajo antes de comenzar.

Enviar el trabajo contrarrembolso: Si son traducciones juradas y tienes que enviarlas al cliente del despacho, puedes enviar el trabajo contrarrembolso. La empresa de mensajería te cobrará una pequeña cantidad pero merece la pena. Porque así se evita el problema de los clientes que «desaparecen» nada más recibir el trabajo.

En última instancia, si no te sientas con valor para trabajar para clientes directos abogados o despachos siempre puedes trabajar a través una agencia que asumirá el riesgo por ti… Aunque también se llevarán su comisión por la gestión del encargo.

Reflexión ética final

Aunque esta artículo ha mantenido un tono jocoso, se echa en falta una reflexión ética final sobre las causas subyacentes.

Una verdadera ética que incluya las labores auxiliares y paralegales:

Echamos en falta una protección de algunas labores auxiliares y «paralegales». Para empezar, los abogados e incluso los peritos tienen sus propios colegios, cosa que nosotros no tenemos. Por tanto, nuestra labor está muy expuesta a abusos de todo género y somos un colectivo vulnerable.

Huelga decir que es deber ético de un letrado no presionar a un jurado para que el texto diga lo que él quiere o lo que busca el cliente. Esto es un comportamiento totalmente impresentable que echa por tierra la validez de las pruebas presentadas. Incluso aunque sea alrededor de una minucia o de alguna cuestión semántica de poca entidad. La relación debe abordarse siempre desde el respeto al criterio y a la objetividad del traductor jurado.

El tema de la facturación: ¿es justo que un despacho diga que «hay que facturar al cliente»?

En cuanto al tema de la facturación lo que se esgrime por parte de los despachos es que no intervienen porque la prestación de servicios la recibe el cliente de otro profesional. Sin embargo, frecuentemente el cliente desconoce esta prestación de servicios hasta que le llega la factura de la traducción. Por otra parte, el traductor a menudo desconoce también a quién deberá facturar el encargo hasta haber entregado el mismo que es cuando el abogado le facilita los datos del cliente.

En esta relación donde el traductor y el cliente no se conocen no se puede haber perfeccionado un contrato entre estas dos partes porque no existen los elementos para concluir un contrato entre dos partes que no se conocen. No existe un elemento de promesa de prestar un servicio porque no puedo prometer ni comprometerme frente a quien no conozco y no existe una aceptación de pagar una contraprestación por la otra parte que desconoce el precio del servicio. E, incluso, el acto del servicio en sí mismo. No existen, en nuestra opinión, los elementos de un contrato en esta relación de falsa intermediación.

Por tanto, es una argucia de los despachos para no asumir el rol de intermediación que justamente les corresponde.

Confidencialidad

Por último, si pensamos en la protección de datos y dado que estas traducciones a menudo tratan de temas sensibles o de secretos comerciales o de operaciones societarias es un caso muy borderline. Si bien el despacho puede haber firmado un contrato de confidencialidad con la agencia de traducción y la agencia, a su vez, con los traductores, si los datos circulan sin el consentimiento ni el conocimiento del cliente. ¿Se puede decir que se cumple con la confidencialidad de los datos? ¿Podría pensar el cliente que es un abuso y que no ha consentido expresamente esa revelación de datos? Pensamos que, como mínimo, el cliente final se puede sentir en situación de desamparo.

Y restringiéndonos a la cuestión de confidencialidad y al deber de secreto, también es una situación algo confusa para el traductor porque  si mi prestación incluya la confidencialidad: ¿frente a quién es, al despacho o al cliente que no conozco? ¿Sigo teniendo que cumplir con mi prestación si el cliente incumple su contraprestación y no me paga? Se generan dudas antes, durante y después de la prestación puesto que el cliente y el hecho de que vaya a cumplir con una contraprestación que no ha consentido están en un limbo.

El traductor no tiene la culpa

Por eso muchos clientes se enfadan con estas prestaciones no autorizadas. Y, posteriormente, se niegan a pagar la factura porque no han aceptado el presupuesto. Y tampoco han consentido que sus datos circulen a terceras partes sin su permiso. Lo malo es que nos toque a los traductores el enfado cuando no hemos tenido la culpa.

En realidad, corresponde al despacho asumir la función de mediación, pagar a los traductores y cobrar a los clientes. También firmar todos los acuerdos necesarios para asegurar la confidencialidad. Si España funcionara con normalidad, así sería como tendría que ser y no existirían problemas para cobrar estos encargos.

Traductor jurado en Madrid, Leon Hunter SL. Solicita presupuesto sin compromiso aquí