Leon Hunter

La concepción orteguiana de la traducción

La concepción orteguiana de la traducción

La concepción orteguiana de la traducción

No se entiende en su raíz la estupenda realidad que es el lenguaje si no se empieza por advertir que el habla se compone sobre todo de silencio.

Ortega y Gasset

 

Introducción

Ortega, en Miseria y esplendor de la traducción, comienza exponiendo la idea de que todas las acciones del ser humano son utópicas. El ser humano, cuando conoce, cuando ejerce la justicia y también cuando ama, siempre se queda en mera pretensión de conocedor, justo y amante.

No obstante, en el desarrollo de ese proyecto, el ser humano ha alcanzado éxitos inconmensurables; por esa razón, Ortega distingue entre una utopía buena y otra mala, teniendo en común ambas considerar deseable corregir la realidad natural (el mal utopista deduce lo posible de lo deseable; el buen utopista limita el deseo y entiende que el objetivo tan solo te puede alcanzar de manera aproximada, teniendo en cuenta la realidad).

En esta línea de razonamiento, una diferencia esencial de los animales con el ser humano es su melancolía. Mientras la naturaleza ha dotado a los animales de llevar a cabo las acciones pertinentes para su supervivencia sin ningún obstáculo y de manera satisfactoria, el hombre es «viviente utopía».

La miseria de la traducción

Así ocurre en la traducción, ya que escribir con estilo -para Ortega- supone subvertir las normas vigentes de la lengua (el estilo del escritor consiste en desviar el sentido habitual de la palabra), y al traducir al escritor, el traductor tiene dos opciones:

o reflejar el uso subversivo del lenguaje del texto original, o trasladar el texto original al lenguaje normal.

Ortega entiende que la segunda opción es por la que se ha optado normalmente, siguiendo la línea de la mala utopía. Las lenguas también tienen un estilo lingüístico: dos vocablos pertenecientes a dos idiomas y que el diccionario nos da como traducción el uno del otro, no se refieren exactamente a los mismos objetos:

Es falso, por ejemplo, suponer que el español llama bosque a lo mismo que el alemán llama Wald, y, sin embargo, el diccionario nos dice que Wald significa bosque

El bosque español y el bosque alemán difieren mucho entre sí. Además, añade Ortega, tienen diferentes resonancias intelectuales y emotivas.

Apunta que este problema no es específico de los textos literarios; también las ciencias contraen este tipo de problemas, aunque en menor medida. Anota el siguiente ejemplo: la Teoría de conjuntos de Cantor fue bautizada con un término que no es traducible en nuestra lengua. Menge no es «conjunto».

Y si una terminología científica permite una mayor facilidad para la traducción es porque el propio científico se ha tenido que “traducir” a sí mismo. Ahí Ortega recalca la diferencia entre una terminología y una lengua. Una lengua es un «sistema de signos verbales merced al cual los individuos pueden entenderse sin previo acuerdo». Por el contrario, una terminología requiere explicitar individualmente el significado de los signos.

Sobre el lenguaje, Ortega escribe lo siguiente:

[…] el hombre, cuando se pone a hablar lo hace porque cree que va a poder decir lo que piensa. Pues bien; esto es ilusorio. El lenguaje no da para tanto. Dice, poca más o menos, una parte de lo que pensamos y pone una valla infranqueable a la transfusión del resto. Sirve bastante bien para enunciaciones y pruebas matemáticas: ya el hablar de física empieza a ser equívoco o insuficiente. Pero conforme la conversación se ocupa de temas más importantes que ésos, más humanos, más «reales», va aumentando su imprecisión, su torpeza y su confusionismo. Dóciles al prejuicio inveterado de que hablando nos entendemos, decimos y escuchamos tan de buena fe que acabamos por malentendernos mucho más que si mudos nos ocupásemos en adivinarnos.

 

Arjonilla comenta una de las claves del texto en su artículo:

En la traducción ocurre lo mismo que en el lenguaje. También podemos hablar de la traducción como actividad y como producto. Por un lado, la traducción supone una metodología de trabajo con la que se traslada el mensaje de una lengua (LO) a otra (LT) y, al mismo tiempo, supone la «creación» de un producto en el que el traductor ha seleccionado la disposición de las tres categorías lingüísticas de Ortega, a saber, hablar, decir y callar. El problema reside en que cada lengua, dentro de su comunidad de hablantes, tiene una manera de «decir» y de «callar» característica, por lo que es muy difícil trasladar de una lengua a otra todo lo que se ha «dicho» o «silenciado» en la lengua en la que está redactado el texto original.

 

Sobre el “decir” en Ortega nos interesa que en el sujeto dicente -adjetivación orteguiana- el habla siempre es pobre porque su vida es algo que sobrepasa el ámbito lingüístico. En la traducción esto implica un problema, porque al traducir se debería tener en cuenta el significado implícito del texto.

La traducción no puede ser mera transposición de estructuras gramaticales, sino mucho más que esto. De tal forma que hemos de aceptar que, en la traducción, no sólo confluyen dos sistemas lingüísticos, sino dos sistemas socioculturales y dos formas de vida (Arjonilla).

Y, siguiendo la interpretación de Pedro Cerezo, el problema de la comunicación humana en Ortega se plantearía desde una perspectiva radicalmente existencial: el sentido de la palabra no es el que tiene en el diccionario, sino el que adquiere en el instante.

El esplendor de la traducción

Hasta aquí hemos sintetizado la visión de Ortega sobre la miseria de la traducción. Tal y como expresa Arjonilla:

Se trata de una estratagema que utiliza el autor para hacer conscientes a los traductores de la «dificultad de su tarea», de la «improbabilidad» de saber acertar en el equilibrio de elementos que hay que mantener en la traducción, manteniendo la presencia de un hablar, decir y callar, que caracterizan a cada lengua y son, por definición, intraducibles.

La diferencia entre decir y hablar, en Ortega, es que en el hablar se hace presente el yo y la realidad fundamental: la vida. El hablar, por el contrario, es el mero uso del lenguaje convencional sin ningún compromiso del sujeto.

El esplendor de la traducción para Ortega podría resumirse en este párrafo:

Cada pueblo calla unas cosas para poder decir otras. Porque todo sería indecible. De aquí la enorme dificultad de la traducción: en ella se trata de decir en un idioma precisamente lo que este idioma tiende a silenciar. Pero, a la vez, se entrevé lo que traducir puede tener de magnífica empresa: la revelación de los secretos mutuos que pueblos y épocas se guardan recíprocamente y tanto contribuyen a su dispersión y hostilidad; en suma, una audaz integración de la Humanidad.

Y más adelante se dice lo siguiente:

Sólo cuando arrancamos al lector de sus hábitos lingüísticos y le obligamos a moverse dentro de los del autor, hay propiamente traducción.

Con lo que quiere transmitir que la traducción no es la obra original con un léxico distinto, sino que intervienen muchos más factores que el traductor debe tener en cuenta. La traducción, para Ortega, es una manera en la que el lector puede conocer la obra original. Pero por esta razón pueden existir muchas traducciones de un mismo texto (sobre todo literario).

Es imposible, por lo menos lo es casi siempre, acercarnos a la vez a todas las dimensiones del texto original

Y escribe más adelante:

Por eso será preciso repartirse el trabajo y hacer de una misma obra traducciones divergentes según las aristas de ella que queramos traducir con precisión.

Al traducir, por ejemplo, un texto antiguo, no se debe modernizar el texto, sino «subrayar su carácter exótico y distante, haciéndolo como tal inteligible».

Conclusión

Concluiremos con esta aclaración de Arjonilla:

Ortega invita al traductor a dejar su timidez, a abandonar el ostracismo y aumentar su propia consideración intelectual. El mensaje, irónicamente expresado, es bastante claro: no se puede dejar en manos de gente incompetente la difícil tarea de traducir. De ahí, la invitación a filólogos y escritores. La «traducción» es tan importante que hay que tomársela «en serio» y ha de ser llevada a cabo de forma profesional.

 

Si te ha interesado el tema, puedes consultar:

¿Qué es la filosofía del lenguaje?

 

Bibliografía

Miseria y esplendor de la traducción – Ortega y Gasset, Obras Completas: Tomo V

El legado de Ortega y Gasset a la teoría de la traducción en España– Emilio Ortega Arjonilla