Leon Hunter

Lecciones que me ha enseñado la traducción

Lecciones que me ha enseñado la traducción
Cada semana compartimos un artículo de estilo educativo o divulgativo. Sin embargo, el artículo de esta semana tiene un carácter un poco más personal. Soy alumna de Filosofía, y desde septiembre, colaboro con un profesor de la Facultad, a quien por cierto se le hizo una entrevista muy interesante, con miras a tener más experiencia en el mundo académico. Uno de los grandes intereses de este profesor, es la filosofía y los estudios científicos de Charles Sanders Peirce. 

A raíz de una investigación e interés de muchos años, el profesor es actualmente el director del “Grupo de Estudios Peirceanos”. Una parte del trabajo que hacen en este grupo es la traducción de textos. Como primera tarea, se me encargó una breve traducción epistolar. Accedí al encargo pensando que sería una tarea sencilla y divertida, y si bien sí ha sido divertida, desde luego no ha sido sencilla. En todo caso, quise hacer una lista de las tres lecciones principales que me ha enseñado la traducción.

Primera lección: Humildad. 

Toda mi vida he recibido una educación bilingüe, es decir, inglés y español. Por muchos años he recibido clases particulares de inglés con tal de mejorar mi pronunciación y dominio del idioma. Tengo certificaciones oficiales que acreditan un muy buen manejo del idioma. Nunca he tenido problemas de expresión oral en inglés, y tengo varias amistades cuya lengua materna es el inglés y nos comunicamos sin ningún problema en este idioma.

Con toda esta preparación que he tenido la suerte de recibir, me consideraba sumamente capaz para realizar traducciones. Sin embargo, al enfrentarme a la tarea de traducir, me di cuenta de que es muy distinto traducir un texto que simplemente comprenderlo.

Al leer el texto por primera vez, comprendí casi su totalidad. Hubo alguna que otra palabra o modo de expresarse que no entendí, pero se lo atribuí principalmente al hecho de que fue redactado en el siglo XIX.  Sin embargo, a la hora de traducir, el panorama cambió por completo. Me di cuenta de que muchas palabras, a pesar de entender su significado, no sabía cuál era su equivalente en español. Esto supuso un ejercicio de humildad, puesto que de repente me vi en necesidad de usar diccionarios, traductores virtuales e incluso consejo de personas con más experiencia o dominio de la lengua. La traducción me enseñó que sin importar que tan experto uno se considere (o verdaderamente sea) en un ámbito, siempre existe la posibilidad de aumentar o profundizar el conocimiento y de corregir errores. Me enseñó humildad, porque implica ponerte frente a una palabra, frase o expresión y decir: “No sé, y necesito ayuda para entender”.

Segunda lección: La traducción es tuya, pero el texto no.

Cuando leemos un texto, aunque entendamos lo que el autor busca transmitir, inevitablemente ajustamos las ideas a nuestra propia mente. No porque tergiversemos sus palabras, sino porque buscamos crear una imagen en nuestra mente de lo que el autor está expresando para poder entenderlo. Tomemos por ejemplo, la icónica primera frase de La metamorfosis de F. Kafka: 

“Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto.”

Si bien todos entendemos la frase y nos hacemos nuestra propia imagen del posible insecto en el cual se convirtió el pobre Gregorio, nadie imagina exactamente lo mismo. Es cierto que muchos imaginan una cucaracha, pero algunos la imaginarán tamaño humano, otros tamaño insecto, unos la imaginarán voladora y otros no, etc. Todo esto está permitido y es una de las riquezas de la lectura. Sin embargo, a la hora de traducir, hay que tener cuidado con esto. Si mi tarea fuera hacer la primera traducción de la historia de esta obra maestra, quizá me sentiría tentada a traducir “monstruoso insecto” como “cucaracha”. Esto no cambiaría mucho la comprensión de la obra, y ciertamente se ajusta a la descripción posterior del insecto que realiza el autor. Sin embargo, no es esto lo que el autor dijo. Hay una obligación por parte del traductor de respetar la idea del autor, no solo en forma, sino también en contenido. La traducción no es un apropiarse del texto, es una adaptación. 

A pesar de que esto pueda parecer una conclusión evidente, a la hora de realizar una traducción, por lo menos en mi caso, hay cierta tensión entre traducir exactamente lo que el autor escribió, y traducir la misma idea pero de un modo que consideremos estaría “mejor escrito”. Sin embargo, los traductores no son correctores de estilo, por lo que incluso si no nos gusta cómo una frase está escrita, no es correcto cambiarla al estilo que consideremos más atractivo si se puede traducir de modo fidedigno. 

Tercera lección: No existe la traducción perfecta

Aunque se supone que los idiomas están al servicio del hombre, muchas veces nos superan. Ya que los idiomas tienen expresiones propias, tal y como sucede con los idioms del inglés, o con muchos refranes, en ocasiones no se puede traducir exactamente lo mismo. Un ejemplo de esto es la palabra alemana “kummerspeck”. De acuerdo con F. Macdonald: “significa literalmente tocino de la pena, se refiere al peso que se gana cuando se come demasiado por razones emocionales.” Si un traductor se enfrenta con esta palabra mientras intenta hacer una traducción de un texto del alemán al español, tendrá que encontrar una manera de expresar esta palabra, pero no podrá hacerlo con una sola palabra como sucede en la mayoría de los casos. Por ende, el ejercicio de traducción te recuerda que no estás en control de todo, y que las cosas no van a salir siempre como uno desea. 

Bonus, cuarta lección: ¡La traducción es difícil!

No, por saber un idioma no significa que sepas traducirlo. En mi tarea de traducción, precisamente por estar dentro del marco de la formación he tenido la suerte de contar con un tutor que semanalmente revisa mis ejercicios de traducción. Si bien he mejorado mucho, siempre hay errores y correcciones importantes que me señala.  En este semestre he aprendido que el trabajo que yo consideraba como sencillo, no lo es en absoluto. Implica mucho tiempo, estudio y reflexión. No es suficiente con conocer una palabra, hay que entender el contexto histórico, la temática de la cual se habla, etc. Además, cuando se tratan de documentos más personales como lo puede ser una carta, hay que saber también acerca de aspectos biográficos de la persona, puesto que al ser mas informal, también suelen ser menos explicativas. Sin embargo, el traductor debe asegurarse que quien lea su traducción entienda a quién o a qué se refiere el autor. En definitiva, la mayor lección que me ha dejado la traducción es el aprender a valorar el trabajo de quienes se dedican a esto, puesto que es una tarea creativa casi igual de difícil -o incluso más- que la redacción original de un texto.

 

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Bibliografía

F. Macdonald.(2 de enero de 2015). Diez palabras imposibles de traducir. BBC News Mundo. Recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/01/141218_vert_cult_palabras_intraducibles_finde2014_yv